1º) Formación de la Tierra
Existen dos sistemas acerca del origen y de la formación de la Tierra. Según la opinión más común, y que generalmente parece adoptada por la Ciencia, la Tierra sería el producto de la condensación gradual de la materia cósmica sobre un determinado punto del espacio; lo mismo habría sucedido con todos los planetas.
Según otro sistema, preconizado en estos últimos tiempos, conforme la revelación de un Espíritu, la Tierra habría sido formada por la incrustación de cuatro satélites de un antiguo planeta desaparecido; esta agregación habría sido la resultante de la propia voluntad del alma de esos planetas; un quinto satélite, nuestra Luna, se habría negado a esa asociación, en virtud de su libre albedrío. Los vacíos dejados entre ellos por la ausencia de la Luna habrían formado las cavidades que serían llenadas por los mares. Cada uno de esos planetas habría traído consigo a seres en estado de catalepsia –hombres, animales y plantas– que le eran peculiares. Después de operada la agregación y restablecido el equilibrio, estos seres, al salir de su letargo, habrían poblado el globo actual. Tal sería el origen de las razas madres del hombre en la Tierra: la raza negra en África, la amarilla en Asia, la raza roja en América y la blanca en Europa.
¿Cuál de estos dos sistemas puede ser considerado como la expresión de la verdad?
Solicitamos sobre este asunto, así como sobre las otras cuestiones, una solución explícita y racional.
Nota – Es verdad que esta y algunas otras cuestiones se alejan del punto de vista moral, que es el objetivo esencial del Espiritismo; es por eso que sería un error hacer de las mismas el objeto de preocupaciones constantes. Sabemos, además, en lo que concierne al principio de las cosas, que los Espíritus, al no saber todo, sólo dicen lo que saben o lo que creen que saben. Pero como hay personas que podrían sacar provecho de la divergencia de esos sistemas haciendo una inducción contra la unidad del Espiritismo, precisamente porque los mismos son formulados por Espíritus, es útil poder comparar las razones a favor o en contra, en interés de la propia Doctrina, y apoyar en el asentimiento de la mayoría el juicio que se puede hacer del valor de ciertas comunicaciones.