EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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CAPÍTULO XXI - Habrá falsos Cristos y falsos profetas

Por el fruto se conoce el árbol. - Misión de los profetas. - Prodigios de los falsos profetas. - No creáis a todos los espíritus. - Instrucciones de los espíritus: Los falsos profetas. -Caracteres del verdadero profeta. - Los falsos profetas de la erraticidad. - Jeremías y los falsos profetas.

Por el fruto se conoce el árbol

1. Porque no es buen árbol el que cría frutos malos. Ni mal árbol el que lleva buenos frutos. - Pues cada árbol es conocido por su fruto. Porque ni cogen higos de espino, ni vendimian uvas de zarzas. - El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca bien: Y el hombre malo, del mal tesoro saca mal. Porque de la abundancia del corazón habla la boca. (San Lucas, cap. VI, v. 43, 44 y 45).

2. "Guardáos de los falsos profetas", que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, y dentro son lobos robadores. - Por sus frutos luego los conoceréis, "¿por ventura cogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?" Así todo árbol bueno lleva buenos frutos; y el mal árbol lleva malos frutos. - "No puede el árbol bueno llevar malos frutos ni el árbol malo llevar buenos frutos". - Todo árbol que no lleva buen fruto será cortado y metido al fuego. - Así, pues, por los frutos de ellos les conoceréis. (San Mateo, cap. VI. v. de 15 a 20).

3. Y respondiendo Jesús, les dijo: Guardáos que no os engañe alguno. - Porque vendrán muchos en mi nombre, y dirán: Yo soy el Cristo: y a muchos engañarán.

Y se levantarán muchos falsos profetas, y enganarán a muchos. Y porque se multiplicará la iniquidad, se resfriará la caridad de muchos. - Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.

Entonces si alguno os dijere: Mirad, el Cristo está aquí o allí; no lo creáis. - "Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas y darán grandes señales y prodigios", de modo, que si puede ser, caigan en error aun los escogidos. (San Mateo, capítulo XXIV, v. 4, 5, 12, 13, 23 y 24. - San Marcos, capítulo XIII, v. 5, 6, 21 y 22).

Misión de los profetas.

4. Se atribuye vulgarmente a los profetas el don de revelar el porvenir, de manera que las palabras "Profecías y predicciones", han venido a ser sinónimas. En el sentido evangélico, la palabra profeta tiene una significación más extensa; se llama así a todo enviado de Dios con misión de instruir a los hombres y revelarles las cosas ocultas y los misterios de la vida espiritual. Un hombre puede, pues, ser profeta sin hacer predicciones, y ésta era la idea de los judíos en tiempos de Jesús; por esto cuando fué conducido ante el gran sacerdote Caifás, los Escribas y los Ancianos, estando reunidos le escupieron al rostro, le dieron puñetazos y bofetones, diciendo: "Cristo, profetízanos y dí quién te ha pegado". Sin embargo, sucedió que los profetas tuvieron la ciencia anticipada del porvenir, sea por intuición, sea por revelación providencial, a fin de dar advertencias a los hombres; habiéndose realizado estos acontecimientos, el don de pronosticar el porvenir ha sido mirado como uno de los atributos de la cualidad de profeta.

Prodigios de los falsos profetas

5. "Se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, que harán grandes prodigios y cosas sorprendentes para seducir a los mismos elegidos". Estas palabras dan el verdadero sentido de la palabra prodigio. En la acepción telógica, los prodigios y los milagros son fenómenos excepcionales, fuera de la ley de la naturaleza. Siendo obras de Dios sólo las leyes de la naturaleza, puede derogarlas sin duda si le place, pero el simple buen sentido dice que no puede haber dado a los seres inferiores y perversos un poder igual al suyo, y aun menos el derecho de deshacer lo que ha hecho. Jesús no puede haber consagrado tal principio. Si, pues, según el sentido que se da a estas palabras, el espíritu del mal tiene el poder de hacer prodigios tales que los mismos elegidos sean engañados, resultaría que, pudiendo hacer lo que Dios hace, los prodigios y los milagros no son privilegio exclusivo de los enviados de Dios, y nada prueban puesto que nada distingue los milagros de los santos, de los milagros del demonio. Es, pues, preciso buscar un sentido más racional a estas palabras.

A los ojos del vulgo ignorante, todo fenómeno cuya causa no se conoce pasa por sobrenatural, maravilloso y milagroso; una vez conocida la causa, se reconoce que el fenómeno, por extraordinario que parezca, no es otra cosa que la aplicación de una ley de la naturaleza. Así es que el círculo de los hechos sobrenaturales se estrecha a medida que se ensancha el de la ciencia. En todos los tiempos los hombres han explotado, en provecho de su ambición, de su interés y de su dominación, ciertos conocimientos que poseían, a fin de adquirir el prestigio de un poder digamos sobrehumano, o de una pretendida misión divina. Estos son falsos Cristos y falsos profetas; la difusión de las luces mata su crédito, y por esto su número disminuye a medida que los hombres se ilustran. El hecho de obrar aquello que a los ojos de ciertas gentes pasa por prodigio, no es, pues, señal de una misión divina, puesto que puede ser resultado de los conocimientos que cada uno puede adquirir, o de las facultades orgánicas especiales que el más indigno puede poseer, lo mismo que el más digno. El verdadero profeta se reconoce por caracteres más formales y exclusivamente morales.

No creais a todos los espíritus.

6. Carísimos, "no queráis creer a todo espíritu", mas probad a los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas, se han levantado en el mundo. (San Juan, epístola I, cap. IV, versículo 1).

7. Los fenómenos espiritistas, lejos de acreditar los falsos Cristos y los falsos profetas, como afectan algunos decirlo, por el contrario, vienen a darles el golpe de gracia. No pidáis al Espiritismo ni milagros ni prodigios, porque declara formalmente que no los produce; así como la física, la química, la astronomía, la geología, etc., vinieron a revelar las leyes del mundo material, él viene a revelar las otras leyes desconocidas, las que rigen las relaciones del mundo corporal y del mundo espiritual, y como sus hermanas mayores de la ciencia, no son menos leyes de la naturaleza, y da la explicación de cierto orden de fenómenos incomprensibles hasta este día destruyendo lo que quedaba aún en el dominio de lo maravilloso. Aquellos, pues, que intentasen explotar esos fenómenos en provecho suyo haciéndose pasar por mesías de Dios, no podrían abusar mucho tiempo de la credulidad y muy pronto serían descubiertos. Por lo demás, así como se ha dicho ya, estos fenómenos solos nada prueban; la misión se prueba por los efectos morales, que no es dado producir a un cualquiera. Este es uno de los resultados del desarrollo de la ciencia espiritista; averiguando la causa de ciertos fenómenos, levanta el velo de muchos misterios. Los que prefieren la obscuridad a la luz, son los únicos que tienen interés en combatirla; pero la verdad es como el sol: disipa las más densas nieblas.

El Espiritismo viene a revelar otra categoría mucho más perniciosa de falsos Cristos y de falsos profetas, que se encuentra, no entre los hombres, sino entre los desencarnados: es la de los espíritus embusteros, hipócritas, orgullosos y pretendidos sabios que de la tierra han pasado a la erraticidad y toman nombres venerados para procurar a favor de la máscara con que se cubren, acreditar ideas a menudo muy extravagantes y absurdas. Antes de que las relaciones medianícas fuesen conocidas, ejercían su acción de un modo menos ostensible: por la inspiración, la mediumnidad inconsciente, auditiva o parlante. El número de los que en diversas épocas, pero sobre todo en estos últimos tiempos, se han presentado por alguno de los antiguos profetas, por Cristo, por María, madre de Cristo, y aun por Dios, es considerable. San Juan previene contra ellos cuando dice: "Estimados míos, no creáis a todo espíritu, mas probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas se han levantado en el mundo". El Espiritismo da los medios de probarles, indicando los caracteres en que se reconocen los buenos espíritus, caracteres "siempre mortales y jamás materiales" (1). Al discernimiento de los buenos o malos espíritus es, sobre todo, a lo que deben aplicarse estas palabras de Jesús: "Se conoce la clase de árbol por su fruto; un buen árbol no puede producir malos frutos, y un mal árbol no puede producirlos buenos". Por la calidad de sus obras se juzga a los espíritus, como un árbol por la calidad de sus frutos.


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(1) Véase, para la distinción de los espíritus, el "Libro de los Médiums", cap. XXIV y siguientes.

INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS

Los falsos profetas

8. Si alguno os dice: "Cristo está aquí", no vayáis, sino por el contrario, preveníos porque los falsos profetas serán numerosos. Mas, ¿no veis las hojas de la higuera que empiezan a blanquear? ¿No veis sus numerosos renuevos esperando la época de florecer, y acaso no os ha dicho Cristo: Por el fruto se conoce el árbol? Sí, pues, los frutos son amargos, juzgad que el árbol es malo; pero si son dulces y saludables, decid: Nada puro puede salir de un mal tronco.

Así, hermanos míos, es cómo debéis juzgar; las obras son las que debéis examinar. Si los que dicen estar revestidos del poder divino están acompañados de todas las señales de semejante misión, es decir, si poseen allí más alto grado las virtudes cristianas y eternas: la caridad, el amor, la indulgencia, la bondad que concília todos los corazones; si, en apoyo de las palabras, unen los actos, entonces podréis decir: verdaderamente son éstos los enviados de Dios.

Mas desconfiad de las palabras melifluas, desconfiad de los escribas y fariseos que ruegan en las plazas públicas vestidos con largos ropajes. ¡Desconfiad de aquellos que pretenden tener el sólo y único monopolio de la verdad!

No, no; Cristo no está allí, porque los que El envíe a propagar su santa doctrina y a regenerar a su pueblo, serán, a ejemplo del Maestro, dulces y humildes de corazón sobre todas las cosas; aquellos que deben por sus ejemplos y sus consejos, salvar a la humanídad que corre a su pérdida y vaga en las sendas tortuosas, aquellos serán, sobre todo, modestos y humildes. Todo lo que revela un átomo de orgullo, separadlo de vosotros como una lepra contagiosa que corrompe todo lo que toca. Acordaos de que "cada criatura lleva en su frente, sobre todo en sus actos, el sello de grandeza o de su decadencia.

Id, pues, mi muy amados hijos, marchad sin desviaros, sin segunda intención, por la bendita senda que habéis emprendido. Marchad, marchad siempre sin miedo, alejad con valor todo lo que pudiera poner trabas a vuestra marcha hacia el fin eterno. Viajeros, no estaréis mucho tiempo en las tinieblas y en los dolores de la prueba, si os entregáis de corazón a esta dulce doctrina que viene a revelaros las leyes eternas y a satisfacer todas lás aspiraciones de vuestra alma hacia lo desconocido. De hoy en adelante podéis dar un cuerpo a esas sílfides ligeras que veis pasar en vuestros sueños y que, efmeras sólo podían encantar a vuestro espíritu, pero nada decían a vuestro corazon. Ahora? amados míos, la muerte ha desaparecido para hacer lugar al ángel radiante que conocéis: ¡al ángel de la esperanza y de la reunión! Ahora vosotros, que habéis cumplido bien la tarea impuesta por el Señor, nada tenéis que temer de su justicia, porque es padre y perdona siempre a sus hijos extraviados que piden misericordia. Continuad, pues, y avanzad sin cesar; que vuestra divisa sea la del progreso, la del progreso continuo y en todas las cosas, hasta que lleguéis, en fin, a ese término feliz en donde os esperan todos aquellos que os han precedido. (Luis. Bordeaux, 1861).

Caracteres del verdadero profeta

9. "Desconfiad de los falsos profetas". Esta recomendación es útil en todos tiempos, pero, sobre todo, en los momentos de transición en que, como en éste, se elabora una transformación de la humanidad, porque entonces una multitud de ambiciosos y de intrigantes se convierten en reformadores y en mesías. Contra estos impostores debe irse con mucho cuidado, y es deber de todo hombre honrado el descubrirlos. Sin duda que vosotros preguntaréis cómo podéis reconocerlos; yo os daré las señales.

No se confía el mando de un ejército sino a un general hábil y capaz de dirigirlo; ¿creéis, pues, que Dios es menos prudente que los hombres? Estad ciertos de que El no confía las misiones importantes sino a los que son capaces de llenarlas, porque las grandes misiones son cargas muy pesadas que aniquilan al hombre demasiado débil para llevarlas. Como en todas las cosas el maestro debe saber más que el discípulo; para hacer avanzar a la humanidad moral e intelectualmente son necesarios hombres superiores en inteligencia y en moralidad; por eso son siempre espíritus muy adelantados, que han hecho ya sus pruebas en otras existencias, los que se encarnan con este objeto, porque si no son superiores el centro en el que deben obrar, su acción será nula.

Sentado esto, deducid que el verdadero misionero de Dios debe justificar su mision por su superioridad, por sus virtudes, por su grandeza, por el resultado y la influencia moralizadora de sus obras. Sacad también la consecuencia de que si por su carácter, por sus virtudes, por su inteligencia, está fuera del papel que quiere representar, o del personaje cuyo nombre tome, es sólo un histrión de baja esfera, que ni siquiera sabe copiar su modelo.

Otra consideración es necesaria, y es que la mayor parte de los verdaderos misioneros de Dios, lo ignoran; cumplen aquello para lo que han sido llamados por la fuerza de su genio, secundado por el poder oculto que les inspira, y les dirige sin saberlo, pero sin designio premeditado. En una palabra: "los verdaderos profetas se revelan por sus actos; por ellos se les conoce; mientras que los falsos profetas se llaman a si mismos enviados de Dios"; el primero es humilde y modesto; el segundo es orgulloso y lleno de sí mismo, habla con altanería, y como todos los mentirosos, siempre teme no ser creído.

Se han visto de estos impostores querer pasar por apóstoles de Cristo, otros por el mismo Cristo, y, lo más vergonzoso para la humanidad, es que hayan encontrado gentes bastante crédulas para dar fe a semejantes torpezas. Sin embargo, una consideración bien sencilla debería abrir los ojos del más ciego, y es que si Cristo se volviese a encarnar en la tierra, vendría con todo su poder y todas sus virtudes, a menos de admitir, lo que sería un absurdo, que hubiese degenerado; pues lo mismo que si quitáseis a Dios uno sólo de sus atributos no tendríais Dios; si quitáseis una sola de las virtudes de Cristo, no tendríais ya Cristo. Los que quieren pasar por Cristo, ¿poseen, acaso, todas sus virtudes? Esta es la cuestión; mirad, escudriñad sus pensamientos y sus actos, y reconoceréis que sobre todo les faltan las cualidades instintivas de Cristo: la humildad y la caridad, mientras que tienen lo que El no tenía: la ambición y el orgullo. Notad, además, que hay en este momento y en diferentes países, muchos pretendidos Cristos, como hay muchos pretendidos Elías, San Juan o San Pedro, y que necesariamente no pueden ser todos verdaderos. Tened por cierto que éstas son gentes que explotan la credulidad y encuentran cómodo el vivir a expensas de aquellos que les escuchan.

No os fiéis, pues, de los falsos profetas, sobre todo en un tiempo de renovación, porque muchos impostores se llamarán enviados de Dios; se procuran una vana satisfacción en la tierra, pero una terrible justicia les espera; podéis tenerlo por seguro. (Erasto. París, 1862).

Los falsos profetas de la erraticidad

10. Los falsos profetas no están solos entre los encarnados; están también, en mucho mayor número, entre los espíritus orgullosos que, bajo apariencias de amor y de caridad, siembran la desunión y retrasan la obra emancipadora de la humanidad emitiendo a diestro y a siniestro sus sistemas absurdos que hacen aceptar por los médiums; y para mejor fascinar a aquellos que quieren engañar y para dar más peso a sus teorías, se apropian sin escrúpulo nombres que sólo con respeto pronuncian los hombres.

Ellos son los que siembran los principios de antagonismos en los grupos, que les inducen a aislarse los unos de los otros y a mirarse con mal ojo. Esto basta para descubrirlos, porque obrando de este modo ellos mismos dan el más formal mentís a lo que pretenden ser. Los hombres, pues, que caen en un lazo tan grosero, son ciegos.

Pero hay otros medios de conocerles. Los Espíritus del orden al cual dicen pertenecer deben ser no sólo muy buenos, si que también eminentemente lógicos y racionales. ¡Pues bien! Pasad sus sistemas por el tamiz de la razón y del buen sentido, y veréis lo que quedará de ellos. Convenid, pues, conmigo, que todas las veces que un espíritu indica como remedio a los males de la humanidad o como medios de llegar a su transformación cosas utópicas e impracticables, medidas pueriles y ridículas, cuando formula un sistema que se contradice con las más vulgares nociones de la ciencia, no puede ser sino un espíritu ignorante y mentiroso.

Por otra parte, creed bien que si la verdad no es siempre apreciada por los individuos, lo es por el buen sentido de las masas, y esto es también un criterio. Si dos principios se contradicen, tendréis el peso de su valor intrínseco buscando al que tenga más eco y simpatía: "sería ilógico", en efecto, "admitir que una doctrina que viese disminuir el número de sus partidarios, fuese más verdadera que la que los viese aumentar" Dios, queriendo que la verdad llegue para todos, no la concreta a un círculo estrecho y limitado; la hace brotar de diferentes puntos con el fin de que por todas partes la luz esté al lado de las tinieblas.

Rechazad decididamente a todos esos espíritus que se presentan como consejeros exclusivos predicando la división y el aislamiento. Casi siempre son espíritus vanidosos y medianos, que procuran imponerse a los hombres débiles y crédulos prodigándoles alabanzas exageradas, a fin de fascinarles y ponerles bajo su dominio. Generalmente, éstos más bien son espíritus hambrientos de poder que, siendo déspotas públicos o privados cuando vivían, quieren tener aún víctimas para tiranizar después de su muerte. En general, "desconfiad de las comunicaciones que tienen un carácter de misticismo y extrañeza, o que prescriben ceremonias o actos extravagantes; en este caso hay siempre un motivo legítimo de sospecha.

Por otra parte, debéis creer también que cuando debe revelarse una verdad a la humanidad, se comunica, por decirlo así, instantáneamente a todos los grupos formales que poseen buenos médiums, y no a uno solo con exclusión de los demás. Nadie es médium perfecto si está obsesado; y hay obsesión manifiesta cuando un médium sólo es apto para recibir las comunicaciones de un espíritu especial, por alto que quiera ponerse él mismo. En consecuencia, todo médium, todo grupo que se creyera privilegiado por las cornunicaciones que sólo ellos pueden recibir, y que, por otra parte, están sujetos a prácticas que rayan en superstición, están indudablemente bajo el peso de una obsesión de las más caracterizadas, sobre todo cuando el espíritu dominador usa nombre que todos, espíritus y encarnados, debemos honrar y respetar, y no dejar que se tomen en boca a cada instante.

Es incontestable que sometiendo al crisol de la razón y de la lógica todos los datos y todas las comunicaciones de los espíritus, será fácil rechazar el absurdo y el error. Un médium puede estar fascinado, un grupo engañado; pero la comprobación severa de los otros grupos, mas la ciencia adquirida y la elevada autoridad moral de los jefes de los grupos, mas las comunicaciones de los principales médiums, que reciben un sello de lógica y de autenticidad de nuestros mejores médiunis, harán rápidamente justicia a esos dictados mentirosos y astutos, dimanados de una turba de espíritus engañadores y malos. (Etasto, discípulo de San Pablo. París, 1862).

Nota. Uno de los caracteres distintivos de estos espíritus que quieren imponerse y hacer aceptar sus ideas extravagantes y sistemáticas, es el pretender, aun siendo ellos solos en su opinión, tener razón contra todo el mundo. Su táctica es evitar la discusión, y cuando se ven combatidos victoriosamente por las armas irresistibles de la lógica, rehusan desdeñosamente responder y prescriben a sus médiums el que se alejen de los centros en que no son acogidas sus ideas. Este aislamiento es lo más fatal para los médiums; parece que sufren sin contrapeso el yugo de estos espíritus obsesores que les conducen, como ciegos, y los llevan a menudo por caminos perniciosos.

(Véase en la Introducción el párrafo II: "Comprobación universal de la enseñanza de los espíritus". - Libro de los Médiums, cap. XXIII: "De la obsesión").

Jeremías y los falsos profetas

11. Esto dice el Señor de los ejércitos: no queráis oír las palabras de los profetas que os profetizan y os engañan: "hablan visión de su corazón", no de la boca del Señor: - Dicen a aquellos que me blasfeman: El Señor dijo: paz tendréis; y a todo el que anda en la perversidad de su corazón, dijeron: No os vendrá mal. - ¿Mas quién asistió al consejo del Señor, que vió y oyó lo que dijo? "Yo no enviaba estos profetas, y ellos corrían; no les hablaba y ellos profetizaban". - He oído lo que dijeron los profetas que en mi nombre profetizan mentira y dicen: He soñado, he soñado. - ¿Hasta cuándo será esto en el corazón de los profetas, que vaticinan mentira, y que profetizan engaños de su corazón? - Pues si te preguntare este pueblo, o un profeta, o un sacerdote diciendo: ¿Cuál es la carga del Señor? Les dirás: Vosotros sois la carga y yo os arrojaré, dice el Señor. (Jeremías, capítulo XXIII, v. 16, 17, 18, 21, 25, 26 y 33).

Voy a hablaros sobre este pasaje del profeta Jeremías, amigos míos. Dios, hablando por su boca, dijo: "Hablan visión de su corazón". Estas palabras indican claramente que ya en aquella época los charlatanes y los exaltados abusaban del don de profecía y lo explotaban. Abusaban, por consiguiente, de la fe sencilla y casi ciega del pueblo, "profetizando por el dinero" las cosas buenas y agradables. Esta especie de engaño era bastante general entre la nación Judía y es fácil comprender que el pobre pueblo, en su ignorancia, estaba en la imposibilidad de distinguir los buenos de los malos, y era siempre más o menos engañado por los que se daban el nombre de profetas, que sólo eran impostores o fanáticos. ¿Hay nada más significativo que estas palabras: "Yo no enviaba estos profetas y ellos profetizaban"? Más adelante dijo: "He oído lo que dijeron los profetas, que en mi nombre profetizan mentira y dicen: He soñado, he soñado"; indica de este modo uno de los medios empleados para explotar la confianza que se tenía en ellos. La multitud, siempre crédula, no pensaba averiguar la veracidad de sus sueños o de sus visiones; encontraba esto muy natural e invitaba siempre a estos profetas a que hablasen.

Después de las palabras del profeta, escuchad los sabios consejos del apóstol San Juan, cuando dijo: "No creáis a todo espíritu, mas probad si los espíritus son de Dios"; porque entre los invisibles los hay también que se complacen en embaucar cuando tienen ocasión de hacerlo, si bien los más burlados son los médiums cuando no toman bastantes precauciones. Este es, sin duda, uno de los grandes escollos contra los cuales se estrellan algunos, sobre todo cuando son novicios en el Espiritismo. Para ellos es una prueba de la que no pueden triunfar sino con grande prudencia. Aprended, pues, a distinguir los malos de los buenos espíritus, para que vosotros mismos no vengáis a ser falsos profetas. (Luoz, espíritu protector. Carlsruhe, 1861).