EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

Volver al menú
32. Otra. Yo siento, Dios mío, la necesidad de rogaros para que me déis fuerza para sobrellevar las pruebas que habéis tenido a bien enviarme. Permitid que la luz sea bastante viva para que mi espíritu aprecie en todo su valor el amor que me aflige para salvarme. Me someto con resignación, oh Dios mío, pero ¡ay! la criatura es tan débil, que si vos no me sostenéis, Señor, temo sucumbir. No me abandonéis, porque sin vos, nada puedo.