EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

Volver al menú
10. Se dirá ¿No podría Dios advertirles personalmente con señales palpables, ante las cuales el incrédulo más endurecido habría de inclinarse? Sin duda que lo podría, pero entonces, ¿dónde estaría el mérito, y por otra parte, para qué serviría esto? ¿No vemos todos los días quien se niega a la evidencia, diciendo: si viese, no creería, porque yo "sé" que eso es imposible? Si se niegan a conocer la verdad, es porque su espíritu no está aún en disposición de comprenderla, ni su corazón para sentirla. "El orgullo es la catarata que obscurece su vista"; ¿para qué sirve presentar la luz a un ciego? Es, puesto, preciso, primero, curar la causa del mal; por esto, como un médico hábil, castiga primero el orgullo. No abandona a sus hijos extraviados, porque sabe que tarde o temprano se abrirán sus ojos; pero quiere que sea por su propia voluntad, y después de vencidos por los tormentos de la incredulidad, se echarán ellos mismos en sus brazos y, como el hijo pródigo, le pedirán gracia.