EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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3. Pero en la unión de los sexos, al lado de la ley divina material, común a todos los seres vivientes, hay otra ley divina, inmutable como todas las leyes de Dios, exclusivamente moral, es la ley de amor. Dios ha querido que los seres estuviesen unidos, no sólo por los lazos de la carne, sino por los del alma, a fin de que el afecto mutuo de los esposos se transmitiese a sus hijos, y que fuesen dos en vez de uno, para amarles, cuidarles y hacerles progresar. En las condiciones ordinarias del matrimonio, ¿se ha tomado siempre en cuenta esta ley de amor? De ningún modo; lo que se consulta no es el afecto de los dos seres que un mutuo sentimiento atrae el uno hacia el otro, puesto que muy a menudo se rompe este afecto; lo que se busca no es la satisfacción del corazón, sino la del orgullo, de la vanidad, de la ambición, en una palabra, de todos los intereses materiales; cuando todo es bueno según sus intereses, se dice que conviene el matrimonio, y cuando los bolsillos están llenos se dice que los esposos se corresponden y deben ser muy felices.


Pero ni la ley civil, ni las obligaciones que impone, pueden suplir la ley de amor, si esta ley no preside a semejante unión; resulta de esto que muchas veces "lo que se ha unido por el cálculo, se separa por sí mismo; que el juramento que se pronuncia al pie del altar viene a ser un perjurio si se dice como una fórmula banal"; de aquí las uniones desgraciadas que concluyen por ser criminales; doble desgracia que se evitaría si en las condiciones del matrimonio no se hiciese abstracción de la sola que lo sanciona a los ojos de Dios: la ley de amor. Cuando Dios dijo: "Vosotros no haréis sino una sola carne", y cuando Jesús dijo: "No separéis lo que Dios ha unido", debe entenderse de la unión según la ley inmutable de Dios, y no según la ley de los hombres, sujeta a cambios.