EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

Volver al menú
V. - PARA LOS ENFERMOS Y LOS OBSESADOS

Para los enfermos

77. Prefacio. Las enfermedades son parte de las pruebas y de las vicisitudes terrestres; son inherentes a lo grosero de nuestra naturaleza material y a la inferioridad del mundo que habitamos. Las pasiones y los excesos de todas clases siembran en nosotros gérmenes malsanos, muchas veces hereditarios. En mundos más avanzados física y moralmente, el organismo humano, más purificado y menos material, no está sujeto a las mismas dolencias, y el cuerpo no está minado sordamente por los estragos de las pasiones. (Cap. III, núm. 9). Es menester, pues, resignarse a sufrir las consecuencias del centro en que nos coloca nuestra inferioridad, hasta que hayamos merecido cambiarlo. Entretanto no debe esto impedirnos hacer lo que dependa de nosotros para mejorar nuestra posición actual; pero si a pesar de nuestros esfuerzos no podemos conseguirlo, el Espiritismo nos enseña a soportar con resignación nuestros males pasajeros.


Si Dios no hubiese querido que los sufrimientos corporales fueran disipados o aliviados en ciertos casos, no hubiese puesto medios curativos a nuestra disposición; su previsora solicitud, con respecto a esto, acorde con el instinto de conservación, indica que está en nuestro deber el buscarlos y aplicarlos.


Al lado de la medicación ordinaria elaborada por la ciencia, el magnetismo nos ha hecho conocer el poder de la oración fluídica; después el Espiritismo ha venido a revelarnos otra fuerza en la "mediumnidad curativa" y la influencia de la oración. (Véase la "Oración" núm. 8).

78. Oración. (Para que la diga el enfermo). - Señor, vos sois la suma justicia; la enfermedad que habéis querido enviarme debo merecerla, porque vos jamás afligís sin causa.


Para mi curación me someto a vuestra infinita misericordia; si os place volverme la salud, que vuestro santo nombre sea bendito; si por el contrario debo sufrir aún, que así mismo sea bendito; me someto sin murmurar a vuestros divinos decretos, porque todo lo que haréis no puede tener otro objeto que el bien de vuestras criaturas.


Haced, Dios mío, que esta enfermedad sea para mí un aviso saludable y me haga poner sobre mí mismo; la acepto como una expiación del pasado y como una prueba para mi fe y sumisión a vuestra santa voluntad. (Véase la Oración número 40).

79. Oración. (Para el enfermo). - Dios mío, vuestras miras son impenetrables y en vuestra sabiduría habréis creído deber afligir a N... con la enfermedad. Os suplico echéis una mirada de compasión sobre sus sufrimientos y os dignéis ponerles un término.


Espíritus buenos, ministros del Todopoderoso, os ruego que secundéis mi deseo de aliviarle; haced que mi oración vaya a derramar un bálsamo saludable en su cuerpo y el consuelo en su alma.


Inspiradle la paciencia y la sumisión a la voluntad de Dios, dadle fuerza para sobrellevar sus dolores con resignación cristiana a fin de que no pierda er fruto de esta prueba. (Véase la Oración número 57).

80. Oración. (Para el médium que cura). - Dios mío, si os dignáis serviros de mí, aun cuando soy indigno puedo curar este sufrimiento si tal es vuestra voluntad, porque tengo fe en vos, mas sin Vos nada puedo. Permitid a los buenos espíritus que me penetren con su fluído saludable con el fin de que yo lo transmita al enfermo, y desviad de mí todo pensamiento de orgullo y de egoísmo que pudiese alterar su pureza.



Para los obsesados

81. Prefacio. La obsesión es la acción persistente que un espíritu malo ejerce sobre un individuo. Presenta caracteres muy diferentes, desde la simple influencia moral, sin señales exteriores sensibles, hasta la perturbación completa del organismo y de las facultades mentales. Altera todas las facultades medianímicas, y en la mediumnidad por la escritura, se conoce por la obstinación de un espíritu en manifestarse, con exclusión de todos los otros.


Los espirítus malos pululan alrededor de la Tierra a consecuencia de la inferioridad moral de sus habitantes. Su acción malhechora forma parte de las plagas que la humanidad sufre en la tierra. La obsesión, como las enfermedades y todas las atribuciones de la vida, debe, pues, ser considerada como una prueba o una expiación, aceptada como tal.


De la misma manera que las enfermedades son resultado de las imperfecciones físicas que hacen al cuerpo accesible a las influencias perniciosas exteriores, la obsesión lo es siempre de una imperfección moral que da acceso a uno o varios espíritus malos. A una causa física, se opone otra fuerza física; a una causa moral, es preciso poner otra fuerza moral. Para precaver las enfermedades se fortifica el cuerpo; para precaverse de la obsesión, es preciso fortificar el alma. De esto se deduce que el obsesado debe trabajar por su propio mejoramiento, lo que muchas veces basta para desembarazarse del obsesor sin el socorro de personas extrañas. Este socorro se hace necesario cuando la obsesión degenera en suyugación y en posesión, porque entonces el paciente pierde a veces su voluntad y su libre albedrío. La obsesión es casi siempre producto de una venganza ejercida por un espíritu, y lo más a menudo tiene su origen en las relaciones que el obsesado ha tenido con él en una existencia precedente. (Cap. X, núm. 6; cap. XII, núms. 5 y 6).


En los casos de obsesión grave, el obsesado está como envuelto e impregnado de un fluido pernicioso que neutraliza la acción de los fluidos saludables y los rechaza. De este fluido es preciso desembarazarle, y un mal fluído no puede ser rechazado por otro fluído malo.


Por una acción idéntica a la de un médium curandero, en el caso de enfermedad, es menester expulsar el fluído malo con la ayuda de un fluído mejor, que en cierto modo produce el efecto de un reactivo. Esta es la acción mecánica, pero no basta: también, y sobre todo es necesario "obrar sobre el ser inteligente", al que es preciso tener el derecho de hablar con autoridad, y esta autoridad corresponde sólo a la superioridad moral; cuanto más grande es ésta, tanto mayor es la autoridad.


Es necesario hacer más; para asegurar el libramiento, es preciso conducir al espíritu perverso a renunciar a sus malos designios, es menester hacer nacer en él el arrepentimiento y deseo del bien, con ayuda de instrucciones hábilmente dirigidas en evocaciones particulares hechas con la mira de la educación moral; entonces puede tenerse la doble satisfacción de librar a un encarnado y de convertir a un espíritu imperfecto.


La tarea se hace más fácil cuando el obsesado, comprendiendo su situación, presta su concurso con la voluntad y la oración; no sucede lo mismo cuando está seducido por el espíritu engañador, cuando se hace ilusiones sobre las cualidades del que le domina, complaciéndose en el error en que le tiene este último, porque entonces, lejos de secundar, rechaza toda asistencia. Es el caso de la fascinación, siempre infínitamente más rebelde que la subyugación más violenta. ("Libro de los Médiums", cap. XXIII).


En todos los casos de obsesión, la oración es un poderoso auxiliar para obrar contra el espíritu obsesor.

82. Oración. (Para que la diga el obsesado). - Dios mío, permitid a los buenos espíritus que me libren del espíritu malhechor que se ha unido a mí. Si es una venganza que ejerce por los males que le hubiese hecho en otro tiempo, vos lo permitís, Dios mío, para mi castigo, y sufro la consecuencia de mi falta. ¡Que mi arrepentimiento merezca vuestro perdón y mi liberación! Pero cualquiera que sea el motivo que tenga, solicito vuestra misericordia para él. Dignaos facilitarle el camino del progreso, que le desviará del pensamiento de hacer el mal. Que por mi parte, volviéndole bien por mal, pueda conducirle a mejores sentimientos.


Pero también sé, Dios mío, que mis imperfecciones son las que me hacen accesible a las influencias de los malos espíritus. Dadme la luz necesaria para conocerles y, sobre todo, combatid en mí el orgullo que me ciega para que no vea mis efectos.


¿Cuál puede ser, pues, mi indignidad, puesto que un ser malhechor puede mortificarme?


Haced, Dios mío, que esta desgracia que mi vanidad merece, me sirva de lección para el poryenir, que me mortifique en la resolución que tomo de purificarme con la práctica del bien, de la caridad y de la humanidad, con el fin de oponer para siempre una barrera a las malas influencias.


Señor, dadme fuerza para soportar esta prueba con paciencia y resignación: comprendo que, como todas las otras pruebas, debe ella ayudar mi adelantamiento si no pierdo su utilidad con mi murmuración, puesto que me proporciona la ocasión de manifestar mi sumisión y de ejercer la caridad hacia un hermano desgraciado, perdonándole el mal que me hace. (Cap. XII, núms. 5 y 6; capítulo XXVIII, número 15 y siguientes y 46 y 47).

83. Oración. (Para el obsesado). - Dios Todopoderoso, dignaos darme poder para librar a N... del mal espíritu que le obsesa; si entra en vuestros designios poner término a esta prueba, concededme la gracia de hablarle con autoridad.


Espíritus buenos que me asistís, y vos, su ángel de la guarda, prestadme vuestro auxilio y ayudadme a desembarazarle del fluído impuro que le rodea. En nombre de Dios Todopoderoso, conjuro al espíritu malhechor que le atormenta a que se retire.

84. Oración. (Para el espíritu obsesor). - Dios infinitamente bueno, imploro vuestra misericordia para el espíritu que obsesa a N ...; hacedle entrever la claridad divina, a fin de que vea el falso camino en que está. Espíritus buenos, ayudadme para hacerle comprender que haciendo el mal lo pierde todo, y todo lo gana haciendo el bien.


Espíritu que os complacéis en atormentar a N... escuchad, porque os hablo en nombre de Dios.


Si queréis reflexionar, comprenderéis que el mal no puede sobrepujar al bien, y que no podéis ser más fuerte que Dios y los buenos espíritus.


Ellos podrían haber preservado a N... de toda persecución por vuestra parte; si no lo han hecho es porque él (o ella) debía sufrir esta prueba. Pero cuando esta prueba se concluya, os quitarán toda acción sobre él; el mal que le habéis hecho, en vez de hacerle daño, servirá para su adelantamiento, por lo mismo será más feliz; de este modo vuestra maldad habrá sido una pura pérdida para vos y se volverá contra vós mismo.


Dios, que todo lo puede, y los espíritus superiores sus delegados, que son más poderosos que vos, podrán, pues, poner término a esta obsesión cuando lo quieran, y vuestra tenacidad se estrellará contra esa suprema autoridad. Pero lo mismo que Dios es bueno, quiere dejaros el mérito de que ceséis por vuestra propia voluntad. Este es un plazo que seos concede; si no os aprovecháis de él sufriréis sus deplorables consecuencias; grandes castigos y crueles sufrimientos os esperan; os veréis fórzado a implorar su piedad y las oraciones de vuestra víctima, que ya os perdona y ruega por vos, lo que es un gran mérito a los ojos dé Dios, activará su liberacion.


Reflexionad, pues, mientras hay tiempo aun, porque la Justicia de Dios caerá sobre yos, como sobre todos los espíritus rebeldes. Pensad que el mal que hacéis en este momento tendrá un término, mientras que si os obstináis en vuestro endurecimiento, vuestros sufrimientos aumentarán sin cesar.


Cuando estabais en la tierra, ¿no os hubiera parecido estúpido el sacrificar un gran bien por una pequeña satisfacción del momento? Lo mismo sucede ahora que sois espíritu. ¿Qué ganais con lo que hacéis? El triste placer de atormentar a alguno, lo que no os impide ser desgraciado, por más que digáis, y os hará más desgraciado aun.


Por otra parte, ved lo que perdéis, mirad a los buenos espíritus que os rodean, y ved si su suerte no es, acaso, preferible a la vuestra. Participaréis de la felicidad que ellos gozan cuando lo queráis. ¿Qué es menester para conseguirlo? Implorarlo a Dios, y hacer el bien en vez de hacer el mal. Ya sé que no podéis transformaros de repente pero Dios no pide nada imposible; lo que quiere es la buena voluntad. Probadlo, pues, y os ayudaremos. Haced que bien pronto podamos decir por vos la oración de los espíritus arrepentidos (número 73), y no tengamos que colocaros más entre los espíritus malos, hasta que más adelante podáis contaros entre los buenos. (Véase el número 75, oración para los espíritus endurecidos).

Observación. - La curación de las obsesiones graves requiere mucha paciencia, perseverancia y abnegación; exige también tacto y habilidad para conducir al bien a los espíritus, a menudo muy perversos, endurecidos y astutos, porque los hay rebeldes al último grado; en la mayor parte de los casos es menester acomodarse a las circunstancias; pero cualquiera que sea el carácter del espíritu, es un hecho cierto que no se obtiene nada por la fuerza o la amenaza; toda la influencia está en el ascendiente moral. Otra verdad igualmente justificada por la experiencia, lo mismo que por la lógica, es "la completa ineficacia de los exorcismos, fórmulas, palabras sacramentales, amuletos, talismanes, prácticas exteriores o cualquiera otra señal material".


La obsesión prolongada por largo tiempo puede ocasinonar desórdenes patológicos, y requiere algunas veces un tratamiento simultáneo o consecutivo, sea magnético, sea medicinal, para restablecer el organismo. Destruída al causa, falta combatir los efectos. (Véase el Libro de los Médiums, segunda parte, cap. XXIII: "De la obsesión"