EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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6. Muchas personas sienten no poder hacer tanto bien como desearían por falta de recursos y si desean la fortuna, es, según dicen, para hacer de ella un buen uso; la intención es laudable sin duda, y quizás muy sincera en algunas; ¿pero puede asegurarse que sea en todos completamente desinteresada? ¿No los hay que deseando hacer bien a los otros, estarían muy satisfechos empezando por hacérselo a sí mismos, darse algunos goces más, procurarse un poco lo superfluo que les falta, y dar el resto a los pobres? Esta segunda intención, que puede muy bien que ellos no manifiesten, pero que se encontraría en el fondo de su corazón si se buscase, anula el mérito de la intención porque la verdadera caridad se acuerda de los otros antes que de sí mismo. Lo sublime de la caridad, en este caso, es buscar por su propio trabajo, por el empleo de sus fuerzas, de su inteligencia y de su talento, los recursos que le faltan para realizar sus intenciones generosas; éste sería el sacrificio más agrádable al Señor. Pero, desgraciadamente, la mayor parte más bien sueñan medios fáciles para enriquecerse de una vez y sin pena corriendo en pos de quimeras, como los descubrimientos de tesoros, una suerte aleatona y fávorable, el recobro de herencias inesperadas, etc. ¿Qué diremos de aquellos que esperan encontrar entre los espíritus auxiliares para que les ayuden en las pesquisas de esa naturaleza? Seguramente que estos no conocen ni comprenden el objeto sagrado del Espiritismo y mucho menos la misión de los espíritus a quienes Dios permite comunicarse con los hombres; pero también son castigados con los desengaños. (Libro de los Mediuns, números 294 y 295.)


Aquellos cuya intención es pura de toda idea personal, deben consolarse de no poder hacer tanto bien como quisieran, con el pensamiento de que el óbolo del pobre que da lo que tiene privándose, pesa más en la balanza de Dios que el oro del rico, que da sin privarse de nada. Sin duda la satisfacción sería grande en poder socorrer largamente la indigencia; pero si no se tiene para dar, es preciso someterse y hacer aquello que se pueda. Adcmás, ¿sólo con oro pueden enjugarse las lágrimas y será preciso que nos estemos inactivos porque no poseemos? El que quiere sinceramente hacerse útil a sus hermanos, encuentra mil ocasiones; que las busque y las encontrará sino de un modo de otro, porque no hay uno solo que teniendo el libre goce de sus facultades, no pueda hacer algún servicio, dar un consuelo, aliviar un sufrimiento físico o moral, o hacer una diligencia útil; a falta de dinero ¿acaso no tiene cada uno su trabajo, su tiempo, su reposo del que puede dar una parte? También es este el óbolo del pobre, el dinero de la viuda.