Testamento a favor del Espiritismo
Al Sr. Allan Kardec, Presidente de la Sociedad Espírita de París
Mi estimado señor y muy honorable jefe espírita:
Os envío adjunto mi testamento hológrafo, en un sobre cerrado con lacre verde, haciendo mención a lo que deberá realizarse después de mi muerte con este sobre sellado. Desde el momento en que conocí y comprendí el Espiritismo –su objeto, su finalidad–, tuve la idea y tomé la resolución de hacer mi testamento. Me había propuesto a ejecutar mis últimas disposiciones en este invierno, a mi regreso del campo. En la contemplación y en la soledad del campo he podido recogerme, y a la luz de esa divina antorcha del Espiritismo he aprovechado todas las enseñanzas que recibí de los Espíritus del Señor, bajo todos los puntos de vista, para guiarme en el cumplimiento de esta obra de la manera más útil a mis hermanos de la Tierra, ya sea amparados en mi hogar, a mi alrededor o lejos de mí, conocidos o desconocidos, amigos o enemigos, y del modo más agradable a Dios. Me he acordado lo que os escribía el respetable Sr. Jobard, de Bruselas –cuya muerte súbita nos habéis anunciado–, al expresaros lo siguiente con su lenguaje profundo y, al mismo tiempo, jocoso y espirituoso, en relación a una herencia de 20 millones de la cual decía haber sido escamoteado: ¡Cuán poderosa palanca habría sido esta suma colosal para activar en un siglo la Era Nueva que comienza! El dinero, que desde el punto de vista terreno ha sido frecuentemente llamado el nervio de la guerra, es en efecto el instrumento más poderoso aquí en la Tierra, ya sea para el bien como para el mal. Entonces me he dicho: «A fin de ayudar a esta Nueva Era, puedo y debo consagrarle una notable porción del modesto patrimonio que he adquirido con el sudor de mi frente, para el cumplimiento de mis pruebas, a costa de mi salud y en medio de la pobreza, de la fatiga, del estudio, del trabajo y durante treinta años de vida militante de abogado, uno de los más ocupados en las audiencias y en el despacho.»
He vuelto a leer la carta que Lamennais escribió a la condesa de Senfft el 1º de noviembre de 1832, después de su viaje a Roma, y en la cual, al expresar sus decepciones después de tantos esfuerzos y luchas consagradas a la busca de la verdad, encontré estas palabras, que si no son proféticas, al menos son inspiradas, anunciando esta Nueva Era.
……………………………………………………………………..
(Siguen diversas citas, que la falta de espacio no nos permite reproducir.)
El sobre contiene el siguiente sobrescrito:
«En este sobre, cerrado con lacre verde, está mi testamento hológrafo. El sobre será abierto y el sello quebrado solamente después de mi muerte, en sesión general de la Sociedad Espírita de París. En esa sesión será hecha la lectura integral de mi testamento por el presidente de esta Sociedad que esté en funciones a la época de mi muerte; el sobre será abierto y el lacre será roto por dicho presidente. El presente sobre cerrado, que contiene mi testamento y que va a ser enviado y entregado al Sr. Allan Kardec –presidente actual de dicha Sociedad–, será guardado por él en los archivos de esa Société. Un original de ese mismo testamento será encontrado, a la época de mi muerte, en el despacho de la Sra. X...; en la misma época, otro original se encontrará en mi casa. El documento testamentario a ser guardado por el Sr. Allan Kardec en la Sociedad es mencionado en los otros originales.»
Al haber sido comunicada esta carta a la Sociedad Espírita de París en la sesión del 20 de diciembre de 1861, su presidente, el Sr. Allan Kardec, en nombre de la Sociedad, fue el encargado de agradecer al testador por sus generosas intenciones a favor del Espiritismo, y de felicitarlo por la manera en que comprende su objetivo y alcance.
Aunque el autor de la carta no haya recomendado silenciar su nombre en el caso en que se considerase conveniente publicarlo, se comprende que en semejantes circunstancias, y en un acto de esta naturaleza, la más absoluta reserva es una obligación rigurosa.