Olvido de las injurias (
Sociedad Espírita de París; médium: Sra. de
Costel.)
Hija mía: el olvido de las injurias es la perfección del alma, así
como el perdón de las ofensas hechas a la vanidad es la perfección del
Espíritu. A Jesús le fue más fácil perdonar los ultrajes de su Pasión que al
último de vosotros perdonar una leve burla. La gran alma del Salvador,
habituado a la dulzura, no concebía ni la amargura ni la venganza; las
nuestras, acometidas por pequeñas cosas, se olvidan de lo que es grande. A cada
día los hombres imploran el perdón de Dios, que desciende sobre ellos como un
benéfico rocío; pero sus corazones olvidan esa palabra, repetida incesantemente
en la oración. En verdad os digo que la hiel interior corrompe el alma; es la
piedra pesada que la fija al suelo y que retarda su elevación. Cuando fuereis
criticado, entrad en vosotros mismos; examinad vuestro pecado interior, aquel
que el mundo ignora; medid su profundidad y curad vuestra vanidad a través del
conocimiento de vuestra miseria. Si la ofensa alcanza al corazón –lo que es más
grave–, compadeceos del infeliz que la cometió, como os compadecéis del herido
cuya llaga abierta vierte sangre; la piedad es debida a quien aniquila su
futuro ser. Jesús, en el Huerto de los Olivos, conoció el dolor humano, pero
siempre ignoró la aspereza del orgullo y la pequeñez de la vanidad; Él encarnó
para mostrar a los hombres el prototipo de la belleza moral que les debía
servir de modelo: no os apartéis nunca de Él. Modelad vuestras almas como cera
blanda y haced que vuestra arcilla transformada se vuelva un mármol
imperecedero, en el que Dios –el Gran Escultor– pueda inscribir su nombre.
LÁZARO