Disertaciones Espíritas
El
duelo. (Burdeos, 21 de noviembre de 1861. - Médium, Sr. Guipon.)
1°
Consideraciones generales.
El hombre, o Espíritu encarnado, puede estar
en vuestra tierra: en misión, en progresión, en castigo.
Establecido esto, debéis saber, de una vez
por todas, que el estado de misión, progresión o castigo debe, a riesgo de
repetir su calvario, llegar al fin fijado por los decretos de la suprema
justicia.
Adelantarse por sí mismo o por provocación al
momento fijado por Dios para el reingreso en el mundo de los Espíritus, es pues
un enorme crimen; el duelo es un crimen aún mayor; porque no sólo es un
suicidio, sino además un asesinato razonado.
En efecto, ¿crees que el provocado y el
provocador no se suicidan moralmente exponiéndose voluntariamente a los golpes
mortales del adversario? ¿Creéis que ambos no son asesinos mientras buscan
mutuamente quitarse la existencia elegida por ellos o impuesta por Dios en
expiación o como prueba?
Sí, te digo, amigo mío, dos veces criminales
a los ojos de Dios son los duelistas; dos veces terrible será su castigo;
porque ninguna excusa será admitida, siendo todo, por ellos, fríamente
calculado y premeditado.
Yo leo en tu corazón, hijo mío, porque tú
también eras un pobre hombre perdido, y he aquí mi respuesta.
Para no sucumbir a esta terrible tentación,
sólo os hace falta humildad, sinceridad y caridad para con vuestro hermano en
Dios; ¡sucumbes, por el contrario, sólo por el orgullo y la ostentación!
2° Consecuencias espirituales.
El que, por la humildad, haya soportado, como
Cristo, el último ultraje y haya sido perdonado de corazón y por amor de Dios,
tendrá, además de las recompensas celestiales de la otra vida, paz de corazón
en ésta y un gozo incomprensible de habiendo respetado dos veces la obra de
Dios.
Quien, por caridad hacia su prójimo, le ha
mostrado su amor fraterno, tendrá en la otra vida la santa protección y la
omnipotente asistencia de la gloriosa madre de Cristo, que ama y bendice a los
que cumplen los mandamientos de Dios., los que siguen y practican las
enseñanzas de su Hijo.
Aquel que, a pesar de todos los insultos,
habrá respetado la existencia de su hermano y de los suyos, encontrará, a su
entrada en el mundo etéreo, millones de legiones de Espíritus buenos y puros
que vendrán, no para honrarlo por su acción, sino para demostrarle, por su afán
viniendo facilitarle los primeros pasos en su nueva existencia, qué simpatía
supo atraer y qué verdaderos amigos hizo entre ellos, sus hermanos. Todos
juntos elevarán una sincera acción de gracias a Dios por su misericordia que
permitió a su hermano resistir la tentación.
Aquel, digo, que haya resistido estas tristes
tentaciones, no puede esperar el cambio de los decretos de Dios, que son
inmutables, sino contar con la benevolencia sincera y afectuosa del Espíritu de
la verdad, el Hijo de Dios, que podrá de manera incomparable inundar su alma
con la dicha de comprender el Espíritu de justicia perfecta y de bondad
infinita, y, en consecuencia, salvarlo de cualquier nueva emboscada semejante.
Aquellos, por el contrario, que, provocados o
provocadores, habrán sucumbido, pueden estar seguros de que experimentarán las
mayores torturas morales por la presencia continua del cadáver de su víctima y
el suyo propio; serán devorados durante siglos por el remordimiento por haber
desobedecido tan gravemente la voluntad del cielo, y serán perseguidos, hasta
el día de la expiación, por el horrible espectro de las dos espantosas vistas
de sus dos cadáveres ensangrentados.
Felices aún si ellos mismos alivian estos
sufrimientos con un arrepentimiento sincero y profundo abriéndoles los ojos del
alma, porque entonces, al menos, vislumbrarán el fin de sus dolores,
comprenderán a Dios y le pedirán la fuerza para no traer su terrible justicia.
3° Consecuencias humanas.
Las palabras deber, honor, corazón, son a
menudo utilizadas por los hombres para justificar sus acciones, sus crímenes.
¿Todavía entienden estas palabras? ¿No son
ellas el resumen de las intenciones de Cristo? Entonces, ¿por qué truncar su
significado? Entonces, ¿por qué volver a la barbarie?
Desgraciadamente, la generalidad de los
hombres se encuentra todavía bajo la influencia del orgullo y la ostentación;
para excusarse ante sus propios ojos, suenan muy fuerte estas palabras de
deber, honor y corazón, y no sospechan que significan: ejecución de los
mandamientos de Dios, sabiduría, caridad y amor. Con estas palabras, sin
embargo, matan a sus hermanos; con estas palabras se suicidan; con estas
palabras se pierden.
¡Ciegos que son! se creen fuertes porque
habrán arrastrado a un desgraciado más débil que ellos. ¡Ciegos son, cuando
creen que la aprobación de su conducta por ciegos y malvados como ellos les
dará consideración humana! La misma sociedad en medio de la cual viven, los
condena y pronto los maldecirá, porque se acerca el reino de la fraternidad.
Mientras tanto, son rechazados por los sabios, como bestias salvajes.
Examinemos algunos casos y veremos si el
razonamiento justifica su interpretación de las palabras deber, honor y
corazón.
El corazón de un hombre está traspasado de
dolor y su alma llena de amargura, porque ha visto las pruebas irrefutables de
la mala conducta de su esposa; provoca a uno de los seductores de esta pobre y
desdichada criatura. ¿Será esta provocación fruto de sus deberes, de su honor y
de su corazón? No; porque su honor no le será restituido, porque su honor
personal no ha sido ni puede ser alcanzado; pero será la venganza.
Mejor aún; para probar que su pretendido
honor no está en juego, es que muchas veces su desgracia es incluso ignorada y
permanecería desconocida si no fuera publicada por las mil voces provocadas por
el escándalo ocasionado por su venganza.
Finalmente, si su desgracia fuera conocida,
sería sinceramente compadecido por todos los hombres sensatos, derivaría de
ella numerosas pruebas de verdadera simpatía, y no sería contra él más que el
hazmerreír de corazones malvados y endurecidos, pero despreciables.
En cualquier caso, su honor no sería ni
restaurado ni quitado.
Por lo tanto, solo el orgullo es la guía de
casi todos los duelos, no el honor.
¿Creéis que el duelista, por una palabra, la
falsa interpretación de una frase, el roce insensible e involuntario de un
brazo al pasar, por un sí o un no, y hasta a veces por una mirada que no era la
suya, o movido por un sentido del honor a exigir una supuesta reparación por
asesinato y suicidio? ¡Vaya! no lo dudes, el orgullo y la certeza de su fuerza
son sus únicos motivos, muchas veces ayudados por la ostentación; porque quiere
lucirse, mostrar valentía, conocimiento ya veces generosidad: ¡Ostentación!!!
Ostentación, repito, porque su saber del
duelo es el único verdadero; su coraje y su generosidad, mentiras.
¿Quieres poner a prueba a este valiente
espadachín? ponlo frente a un rival que tiene una reputación infernal superior
a la suya, y sin embargo tal vez de un conocimiento inferior al suyo,
palidecerá y hará todo lo posible para evitar la pelea; ponlo frente a frente
con un ser más débil que él, ignorante de esta ciencia doblemente mortal, lo
verás despiadado, altivo y arrogante, aun cuando se vea obligado a tener
piedad. – ¿Es coraje?
¡La generosidad! ¡Vaya! hablemos de eso. –
¿Es generoso, el hombre confiado en su fuerza, que, después de haber provocado
la debilidad, le concede la continuación de una existencia burlada y ridiculizada?
¿Es generoso el que, para obtener una cosa deseada y codiciada, provoca a su
débil poseedor para que la obtenga después como premio a su generosidad? ¿Es
generoso el que, usando sus talentos criminales, perdona la vida a los seres
débiles a quienes ha insultado? ¿Sigue siendo generoso cuando da una prueba
similar de generosidad al marido o al hermano al que ha ultrajado indignamente,
y al que luego expone por desesperación a un segundo suicidio?
¡Vaya! créanme todos, amigos míos, el duelo
es una espantosa y horrible invención de Espíritus malos y perversos, invención
digna del estado de barbarie y que más aflige a nuestro padre, el tan buen
Dios.
Os toca a vosotros, Espíritas, combatir y
destruir esta triste costumbre, este crimen digno de los ángeles de las
tinieblas; les toca a ustedes, Espíritas, dar el noble ejemplo de renunciar de
todos modos y a pesar de todo a este mal fatal; les toca a ustedes, sinceros Espíritas,
hacer comprender lo sublime de estas palabras: deber, honor y corazón, y Dios hablará
por vuestras voces; a ti finalmente la alegría de sembrar entre tus hermanos
las semillas tan preciosas e ignoradas por nosotros, durante nuestra existencia
en la tierra, del Espiritismo.
Tu padre, Antonio.
Observación. - Los duelos son cada vez más
raros, - al menos en Francia, - y si todavía vemos ejemplos dolorosos de vez en
cuando, el número no es comparable a lo que solía ser. En los viejos tiempos,
un hombre no salía de su casa sin planear una reunión, por lo que siempre
tomaba sus precauciones en consecuencia. Un signo característico de las
costumbres de las épocas y de los pueblos está en el uso habitual de portar,
ostensible o disimuladamente, armas ofensivas y defensivas; la abolición de
esta costumbre atestigua el ablandamiento de las costumbres, y es curioso
seguir la gradación desde la época en que los caballeros nunca cabalgaban sino
revestidos de hierro y armados con la lanza, hasta el puerto de la espada
simple, que se ha convertido en más un adorno y un accesorio para el escudo de armas,
que un arma agresiva. Otro rasgo de costumbres es que antiguamente los combates
singulares se hacían en medio de la calle, frente a la multitud que se apartaba
para dejar el campo libre, y que hoy se esconde; hoy la muerte de un hombre es
un acontecimiento, nos conmueve; en el pasado no le prestamos atención. El
Espiritismo se llevará estos últimos vestigios de barbarie, inculcando en los
hombres el espíritu de caridad y fraternidad.
Fundamentos
del orden social. (Lyon, 16 de septiembre de 1862. - Médium, Sr. Émile V…)
Nota. - Esta comunicación fue obtenida en un
grupo particular, presidido por el Sr. Allan Kardec.
Aquí estáis reunidos para ver el Espiritismo
en su fuente, para mirar de frente esta idea y saborear las largas olas de amor
que prodiga sobre quienes lo conocen.
El Espiritismo es progreso moral; es la
elevación del Espíritu en el camino que conduce a Dios. El progreso es
fraternidad en el nacimiento, porque la fraternidad completa, como la puede
imaginar el Espíritu, es perfección. La fraternidad pura es un perfume de lo
alto, es una emanación del infinito, un átomo de inteligencia celestial; es la
base de todas las instituciones morales y el único medio de levantar un estado
social que pueda subsistir y producir efectos dignos de la gran causa por la
que estáis luchando.
Así que sed hermanos, si queréis que la
semilla depositada entre vosotros crezca y se convierta en el árbol que
buscáis. Unión es el poder soberano que desciende a la tierra; la fraternidad
es simpatía en la unión; es poesía, encanto, el ideal en positivo.
Debemos estar unidos para ser fuertes, y
debemos ser fuertes para fundar una institución que se apoye sólo en la verdad
hecha tan conmovedora y tan admirable, tan simple y tan sublime. Las fuerzas
divididas son aniquiladas; juntos, son muchas veces más fuertes.
Y si consideramos la progresión moral de cada
hombre, si reflexionamos sobre el amor, sobre la caridad que brota de cada
corazón, la diferencia es mucho mayor. Bajo el sublime influjo de este soplo
inefable, los lazos familiares se estrechan, pero los lazos sociales, tan
vagamente definidos, toman forma, se juntan y acaban formando un solo haz de
todos estos pensamientos, de todos estos deseos, de todas estas metas de una
diferente naturaleza.
Sin hermandad, ¿qué ves? Egoísmo, ambición.
Cada uno tiene su propósito; cada uno lo persigue por su lado, cada uno camina
como quiere, y todos son arrastrados fatalmente al abismo en el que, durante
tantos siglos, ha sido tragado todo esfuerzo humano. Con la unión, solo hay una
meta, porque solo hay un pensamiento, un deseo, un corazón. Uníos entonces, mis
amigos; esto es lo que os repite la voz incesante de nuestro mundo; únete, y
alcanzarás tu meta mucho más rápido.
Es sobre todo en esta reunión tan solidaria
que debéis tomar la resolución irrevocable de uniros por un pensamiento común a
todos los Espíritas de la tierra para ofrecer el homenaje de vuestra gratitud a
quien os abrió el camino al bien supremo, al que trajo felicidad sobre vuestras
cabezas, bienaventuranza en vuestros corazones y fe en vuestras mentes. Su
gratitud es su recompensa presente; no la rechacéis, pues, y ofreciéndola a una
sola voz, daréis el primer ejemplo de verdadera fraternidad.
Léon de Muriane, Espíritu protector.
Observación. - Este nombre es completamente
desconocido, incluso para el médium. Esto prueba que para ser un Espíritu
elevado no es necesario tener el nombre inscrito en el calendario ni en los
esplendores de la historia, y que entre los que se comunican entre sí, hay
muchos que no tienen nombre conocido.
Aquí
yace dieciocho siglos de luz. (Lyon, 16 de septiembre de 1862. - Médium, Sr.
Émile V…)
Sr. Émile, que obtuvo la comunicación
anterior y muchas otras no menos notables, es un hombre muy joven. No sólo es
un excelente médium de la escritura, también es un médium de la pintura, aunque
no ha aprendido ni a dibujar ni a pintar; pinta al óleo paisajes y diversos
temas para los que se ve obligado a elegir, mezclar y combinar los colores que
le son necesarios. Desde el punto de vista del arte, sus cuadros ciertamente no
son irreprochables, aunque en ciertas exposiciones se ven algunos que no son
mucho mejores; les falta especialmente acabado y suavidad, los tonos son
ásperos y demasiado acentuados; pero cuando piensas en las condiciones en que
se fabrican, no dejan de ser muy notables. ¿Quién sabe si, con la práctica, no
adquirirá la destreza que le falta y no llegará a ser un verdadero pintor, como
aquel obrero bordelés que, sin saber apenas firmar, escribió como médium, y
acabó teniendo una bonita letra para su uso personal, sin otro maestro que los
Espíritus?
Cuando vimos al Sr. Émile V…, estaba
terminando un cuadro alegórico, donde vemos un ataúd en el que está escrito:
Aquí yacen dieciocho siglos de luz. Nos permitimos criticar esta inscripción
desde el punto de vista gramatical, y no comprendimos en un principio el
significado de esta alegoría que coloca dieciocho siglos de luz en un ataúd,
esperando, decíamos, que la humanidad, gracias especialmente al cristianismo,
sea más iluminado hoy de lo que era antes. Fue en la sesión del día 16, en la
que obtuvo la comunicación antes relatada. El Espíritu respondió a nuestras
observaciones, agregando lo siguiente a esta comunicación.
“Aquí yacen” se pone con intención. El sujeto
no está expresado por el número dieciocho que representa los siglos; es un
total de siglos, una idea colectiva, como si hubiera un lapso de tiempo de
dieciocho siglos. Puedes decirles a tus gramáticos que no confundan una idea
colectiva con una idea de separación. ¿No dicen ellos mismos de la multitud, que
puede consistir en un número incalculable de personas, que puede moverse?
Suficiente sobre este tema; debe ser así, porque es la idea misma.
"Ahora vayamos a la alegoría. ¡Dieciocho
siglos de luz en un ataúd! Esta idea representa todos los esfuerzos que verdad
ha hecho desde entonces; esfuerzos que siempre han sido aplastados por el
espíritu de partido, por el egoísmo. Dieciocho siglos de luz a plena luz del
día serían dieciocho siglos de felicidad para la humanidad, dieciocho siglos
que todavía están germinando en la tierra y que habrían tenido su desarrollo.
Cristo ha traído la verdad a la tierra y la puso a disposición de todos; ¿qué
fue de ella? Las pasiones terrenales se apoderaron de ella; fue enterrada en un
ataúd, de donde sale el Espiritismo para sacarla. Esta es la alegoría”.
León de Muriane.”
Papel de la Sociedad de París. (Sociedad de París, 24 de octubre de 1862. - Médium, Sr. Leymarie.) París es el pie del mundo; todos vienen a buscar una impresión, una idea.
A menudo me preguntaba, cuando estaba entre vosotros, por qué esta gran ciudad, lugar de reunión del mundo entero, no tenía una gran reunión Espírita, sino tan grande que los anfiteatros más grandes no podían contenerla.
A veces pensaba que los Espíritas parisienses se entregaban demasiado a sus placeres; Incluso creí que la fe espírita era para muchos un placer de aficionado, un recreo entre todos los que continuamente se presentan en París.
Pero lejos de ti y tan cerca de ti, veo y comprendo mejor. París se encuentra a orillas del Sena, pero París está en todas partes, y todos los días esta cabeza poderosa mueve el mundo entero. Como ella, la Sociedad Espírita Central trae su pensamiento al universo. Su poder no reside en el círculo donde hace sus reuniones, sino en todos los países donde se siguen sus disertaciones, en todas partes donde hace ley en materia de enseñanzas inteligentes; es un sol cuyos rayos benéficos reverberan hasta el infinito.
Por eso mismo, la Sociedad no puede ser un grupo ordinario; sus puntos de vista están predestinados y su apostolado es mayor. No puede limitarse a un pequeño espacio; necesita del mundo, pues es invasor por su naturaleza; y, de hecho, hoy conquista pacíficamente grandes ciudades, mañana reinos, pronto el mundo entero.
Cuando un extranjero venga a hacerles una visita cortés, recíbanlo con dignidad, con generosidad, para que se lleve una gran idea del Espiritismo, esta poderosa arma de civilización que debe allanar todos los caminos, vencer todas las disidencias, incluso todas las dudas. Dad libremente, para que todos tomen este alimento del espíritu que transforma todo en su paso misterioso, porque la nueva creencia es fuerte como Dios, grande como él, caritativa como todo lo que emana del poder superior, que golpea para consolar, dando a la humanidad en el parto: la oración y el dolor como progreso.
Sed bendita, Sociedad que amo, tú que das siempre con benevolencia; tú que cumples una ardua tarea sin mirar las piedras que bloquean el camino. Has merecido bien de Dios; no seréis, ni podréis ser un centro ordinario, sino, repito, la fuente benéfica donde siempre vendrá el sufrimiento a encontrar el bálsamo reparador.
Sansón,
Ex miembro de la Sociedad de París.
Sobre
el origen del lenguaje. (Sociedad Espírita de París. - Médium, Sr. d'Ambel.)
Me piden hoy, mis queridos y amados oyentes,
que dicte a mi médium la historia del origen del lenguaje; trataré de
satisfacerte; pero debéis comprender que me será imposible en unas pocas líneas
ocuparme enteramente de esta grave cuestión, a la que está necesariamente
ligada a la cuestión, aún más importante, del origen de las razas humanas.
¡Que Dios Todopoderoso, tan benévolo con los Espíritas,
me conceda la lucidez necesaria para podar de mi disertación toda confusión, cualquier
oscuridad y sobre todo cualquier error!
Entro en materia diciéndoles: Admitamos
primero en principio esta verdad eterna: es que el Creador ha dado a todos los
seres de una misma raza una manera especial, pero segura, de llevarse bien y
comprenderse. Sin embargo, este modo de comunicación, este lenguaje, era tanto
más restringido cuanto más inferiores eran las especies. Es en virtud de esta
verdad, de esta ley, que las tribus salvajes e incivilizadas tienen lenguas tan
pobres, que una multitud de términos usados en los países favorecidos de la
civilización, no encuentran allí la palabra correspondiente; y es para obedecer
a esta misma ley que estas naciones que avanzan crean nuevas expresiones para nuevos
descubrimientos, nuevas necesidades.
Como he dicho en otra parte: la humanidad ha
pasado ya por tres grandes períodos: la fase bárbara, la fase hebrea y pagana y
la fase cristiana. A este último le seguirá el gran período espírita cuyos
primeros cimientos estamos ahora poniendo entre vosotros.
Examinemos, pues, la primera fase y los
comienzos de la segunda, y no puedo sino repetir aquí lo que ya he dicho. La
primera fase humana, que puede llamarse prehebrea o bárbara, se arrastró lenta
y prolongadamente por todos los horrores y convulsiones de una espantosa
barbarie. El hombre allí es peludo como la bestia salvaje y, como la bestia
salvaje, acecha en las cuevas y en los bosques. Vive de carne cruda y se
alimenta de su prójimo como de excelente caza. Es el reinado del canibalismo
más absoluto. ¡Sin sociedad! ¡Sin familia! Algunos grupos dispersos aquí y
allá, viviendo desordenadamente en completa promiscuidad y siempre dispuestos a
devorarse unos a otros: tal es el cuadro de este período cruel. ¡Sin culto, sin
tradición, sin idea religiosa! Nada más del que el animal necesita para estar
satisfecho, ¡y eso es todo! El alma, prisionera en materia asombrosa, permanece
lúgubre y latente en su prisión carnal; nada puede hacer contra los toscos
muros que la encierran, y su inteligencia apenas puede moverse en los
compartimentos de un cerebro estrecho. El ojo es opaco, el párpado pesado, el
labio grueso, el cráneo achatado y unos pocos sonidos guturales bastan para el
lenguaje; nada sugiere que de esta bestia bruta provendrá el padre de las razas
hebrea y pagana. Sin embargo, a la larga, sienten la necesidad de apoyarse
contra los otros carnívoros, contra el león y el tigre, cuyos formidables
colmillos y afiladas garras vencieron fácilmente a los hombres aislados: así es
como se produce el primer progreso social. Sin embargo, el reinado de la
materia y la fuerza bruta se mantuvo a lo largo de esta cruel etapa. No miréis,
pues, en el hombre de esta época ni el sentimiento, ni la razón, ni el lenguaje
propiamente dicho; solo obedece a su sensación grosera y tiene un solo fin:
beber, comer y dormir; más allá de eso, ¡nada! Podemos decir que el hombre
inteligente está ahí en germen, pero que aún no existe. Sin embargo, es
necesario señalar que ya, entre estas razas brutales, aparecen algunos seres
superiores, Espíritus encarnados, encargados de conducir a la humanidad hacia
su meta y acelerar el advenimiento de la era hebraica y pagana. Debo añadir que
además de estos Espíritus encarnados, el globo terrestre fue visitado con
frecuencia por aquellos ministros de Dios cuya memoria la tradición ha
consagrado bajo los nombres de ángeles y arcángeles, y que éstos se pusieron
casi a diario en relación con los seres superiores, Espíritus encarnados, de los
que acabo de hablar. La misión de algunos de estos ángeles continuó durante
gran parte de la segunda fase humanitaria. Debo agregar que el cuadro rápido
que acabo de hacer de los primeros tiempos de la humanidad les enseña, más o
menos, a qué leyes rigurosas están sometidos los Espíritus que prueban la vida
en los planetas de formación reciente.
El lenguaje propiamente dicho, como la vida
social, sólo comienza a tener cierto carácter a partir de la época hebraica y
pagana, durante la cual el Espíritu encarnado, siempre esclavizado a la
materia, comienza sin embargo a rebelarse y a romper algunos eslabones de su
pesada cadena. El alma fermenta y se agita en su prisión carnal; por sus
repetidos esfuerzos reacciona enérgicamente contra las paredes del cerebro,
cuya materia sensibiliza; mejora y perfecciona con un trabajo constante el
juego de sus facultades, cuyos órganos físicos se desarrollan en consecuencia;
finalmente, el pensamiento se puede leer en una mirada límpida y clara. ¡Ya
estamos lejos de las frentes aplanadas! Es porque el alma se siente, se reconoce,
se da cuenta de sí misma y empieza a comprender que es independiente del
cuerpo. Además, desde este momento lucha con ardor para librarse de los abrazos
de su robusto rival. El hombre cambia cada vez más y la inteligencia se mueve
más libremente en un cerebro más desarrollado. Tenga en cuenta, sin embargo,
que esta era, todavía, ve al hombre arreado y registrado como ganado, el hombre
esclavo del hombre; la esclavitud es consagrada tanto por el Dios de los
hebreos como por los dioses paganos, y Jehová, como Júpiter olímpico, exige
sangre y víctimas vivas.
Esta segunda fase ofrece aspectos curiosos
desde un punto de vista filosófico; ya he hecho un dibujo rápido que mi médium
os comunicará en breve. Sea como fuere, y para volver al tema de este estudio,
tened la certeza de que sólo durante los grandes períodos pastoriles y
patriarcales el lenguaje humano tomó una apariencia regular, y adoptó formas y
sonidos especiales. En esta época primitiva en que la humanidad se deshizo de
los pañales de la cuna al mismo tiempo que la tartamudez de la primera edad,
pocas palabras bastaban a los hombres para los que no había nacido la ciencia,
cuyas necesidades eran muy limitadas y cuyas relaciones sociales se detuvo en
las puertas de la tienda, en el umbral de la familia, y más tarde en los
confines de la tribu. Es el tiempo en que el padre, el pastor, el anciano, el
patriarca, en una palabra, dominaba como dueño absoluto con derecho de vida y
muerte.
El lenguaje primitivo era uniforme; pero a
medida que aumentaba el número de pastores, éstos, dejando a su vez la tienda
paterna, iban a fundar nuevas familias, nuevas tribus, en países deshabitados.
Entonces la lengua que se usaba entre ellos se fue alejando paso a paso, según
las generaciones, de la lengua que se usaba bajo la tienda paterna que habían
dejado antes; y así se crearon los diversos idiomas. Además, aunque mi
intención no es dar un curso de lingüística, habrás notado que, en las lenguas
más dispares, encuentras palabras cuya raíz ha variado poco y cuyo significado
es casi el mismo. Por otra parte, aunque hoy pretendáis ser un mundo antiguo,
la misma razón que corrompió la lengua primitiva aún reina suprema en vuestra
Francia, tan orgullosa de su civilización, donde veis variar las consonancias,
los términos y el sentido, yo no diré de provincia en provincia, sino de comuna
en comuna. Hago un llamamiento a los que han viajado a Bretaña, como a los que
han viajado por Provenza y Languedoc. Es una variedad de modismos y dialectos
para asustar a cualquiera que quiera recopilarlos en un solo diccionario.
Una vez que los hombres primitivos, ayudados
en esto por los misioneros del Eterno, hubieron asignado a ciertos sonidos
especiales ciertas ideas especiales, el lenguaje hablado se encontró creado, y
las modificaciones que sufre posteriormente se debieron siempre al progreso
humano; en consecuencia, según la riqueza de una lengua, se puede establecer
fácilmente el grado de civilización a que han llegado los pueblos que la
hablan. Lo que puedo agregar es que la humanidad camina en un solo idioma,
consecuencia obligada de una comunidad de ideas en la moral, en la política y
sobre todo en la religión. Tal será la obra de la nueva filosofía, el
Espiritismo, que hoy os enseñamos.
ERASTO.