El cuervo
y el zorro. (Sociedad Espírita de París, 8 de agosto de 1862. - Médium, Sr.
Leymarie.)
Cuidado con los aduladores: esta es la raza
mentirosa; son las personificaciones de doble cara las que se ríen para
engañaros; ¡Ay de aquel que cree en ellas y las escucha, porque las nociones de
la verdad pronto se pervierten en él! Y, sin embargo, ¡cuántas personas se
dejan engañar por este cebo mentiroso de la adulación! Escuchan con
complacencia al embaucador que acaricia sus debilidades, mientras rechazan al
amigo sincero que les dice la verdad y les da sabios consejos; atraen al falso
amigo, mientras ahuyentan al verdadero y desinteresado amigo; para complacerlos
hay que halagarlos, aprobar todo, aplaudir todo, encontrar todo bueno, hasta lo
absurdo; y, ¡cosa extraña! rechazarán las opiniones sensatas y creerán en la
mentira del primero que llegue, si esta mentira halaga a sus asistentes. ¿Qué
queréis? Quieren ser engañados y lo son; y a menudo ven las consecuencias
demasiado tarde, pero luego el daño ya está hecho ya veces no hay remedio.
¿De dónde viene esto? La causa de esta cruz
es casi siempre múltiple. La primera, sin duda, es el orgullo, que les ciega a
la infalibilidad de su propio mérito, que creen superior a cualquier otro; por
lo que fácilmente lo toman como una especie de sentido común; la segunda se
debe a una falta de juicio que no les permite ver lo fuerte y lo débil de las
cosas; pero aquí nuevamente es el orgullo el que borra el juicio; pues, sin
orgullo, desconfiarían de sí mismos y confiarían en los que tienen más
experiencia. Cree también que los malos Espíritus no siempre le son ajenos; les
gusta mistificar, tender trampas, y ¿quién mejor para caer en ello que el
orgulloso a quien se halaga? El orgullo es para ellos el defecto de la coraza
en unos, como la codicia en otros, y saben aprovecharlo hábilmente, pero tienen
cuidado de no dirigirse a más fuertes que ellos, moralmente hablando. ¿Queréis
escapar de la influencia de los malos Espíritus? Elevaos, elevaos tan alto en
las virtudes que no puedan alcanzaros, y entonces serás vos quien será
formidable para ellos; pero si dejáis un trozo de cuerda colgando, se aferrarán
a él para obligaros a bajar; os llamarán con su voz melosa, alabarán vuestro
plumaje, y haréis como el cuervo, se os caerá el queso.
Soneto.