Pentecostés.
(Grupo de Sainte-Gemme -Tarn).
El Espíritu de Dios sopla sobre el mundo para
regenerar allí a sus hijos; si, como en los días de los apóstoles, no se
manifiesta en forma de lenguas de fuego, no por eso deja de estar realmente
presente entre vosotros. Orad pues con fervor al Todopoderoso, para que se
digne haceros gozar de todas las ventajas morales, de todos los dones
imperecederos que entonces quiso derramar sobre la cabeza de los apóstoles de
Cristo. Pedid y recibiréis, y nada bueno y útil para vuestro progreso
espiritual os será negado. Orad, pues, una vez más, con fervor; pero deja que
tu corazón, y no tus labios, hable; o si tus labios se mueven, que no digan
nada que tu corazón no haya pensado previamente. La felicidad que sentirás
cuando estés animado por el Espíritu de Dios es tan grande que no puedes
imaginarla. De ti depende conseguirlo, y a partir de ese momento considerarás
los días que te quedan de vida como un trozo de camino que aún tendrás que
recorrer para llegar a tu destino, y donde deberás encontrar al final del día
tu cena y un refugio para la noche.
Pero que la relativamente poca importancia
que debéis dar a las cosas terrenales no os impida considerar muy serios
vuestros deberes materiales; estaríais cometiendo una falta muy grave a los
ojos de Dios si no os dedicarais concienzudamente a vuestro trabajo cotidiano.
No debemos despreciar nada que haya salido de la mano del Creador; debes
disfrutar, en cierta medida, de los bienes materiales que él te ha dado; vuestro
deber no es guardarlos para vosotros, sino compartirlos con aquellos de
vuestros hermanos a quienes estos dones han sido negados. Conciencia pura,
caridad y humildad sin límites, estas son las mejores oraciones para llamar al
Espíritu Santo hacia uno mismo. Este es el verdadero Veni Creator (Ven Creador);
no es que la oración que se canta en las iglesias no sea una oración que será
contestada cada vez que se haga con buen corazón, sino que, como os han dicho
varias veces, es la sustancia lo que es todo, la forma poco.
Pedid, pues, con vuestros actos, que el
Espíritu Santo venga a visitaros y derrame en vuestra alma la fuerza que da la
fe para vencer las miserias de la existencia terrena, y para tender la mano a
aquellos de vuestros hermanos a quienes la debilidad de su espíritu les impide
ver la luz, sin la cual sólo puedes caminar a tientas a riesgo de magullarte
contra todos los obstáculos que se te presenten. La verdadera felicidad,
aquella por la que suspira cada uno de vosotros, está ahí; cada uno de ustedes
lo tiene a la mano; sólo tiene que querer para apoderarse de él. Toma buenas y
firmes resoluciones hoy, y el Espíritu de Dios, con seguridad, no te fallará.
Amad a vuestro prójimo como a vosotros mismos por amor de Dios, y habréis
solemnizado dignamente el día en que el Espíritu Santo vino a visitar a los
apóstoles del cristianismo.
Hipólito Fortoul.