Enseñanzas
y disertaciones Espíritas
Espiritismo filosófico
(Burdeos;
4 de abril de 1862. - Médium, Sra. Collignon.)
Hemos hablado, amigos míos, del Espiritismo
desde el punto de vista religioso; ahora que está bien establecido que no se
trata de una religión nueva, sino de la consagración de esta religión universal
de la que Cristo puso los cimientos, y que hoy viene a llevar a la cúspide,
vamos a considerar el Espiritismo bajo el punto de vista moral y filosófico.
Expliquemos primero el significado exacto de
la palabra filosofía. La filosofía no es una negación de las leyes establecidas
de la Divinidad, de la religión. Lejos de esto; la filosofía es la búsqueda de
lo sabio; de lo que es más exactamente razonable; y ¿qué puede haber más sabio,
más razonable que el amor y la gratitud que se debe a su Creador, y por lo
tanto cualquier culto que sirva para probarle este reconocimiento y este amor?
La religión, y todo lo que a ella os puede conducir, es pues una filosofía,
porque es una sabiduría del hombre que se somete a ella con alegría y
docilidad. Dicho esto, veamos qué se puede sacar del Espiritismo seriamente
puesto en práctica.
¿Cuál es la meta hacia la cual tienden todos
los hombres, en cualquier posición en que se encuentren? Mejorar su posición
actual; ahora, para alcanzar esta meta, corren en todas direcciones, la mayoría
de ellos descarriados, porque cegados por su orgullo, llevados por su ambición,
no ven el único camino que les puede llevar a esta mejora; la buscan en la
satisfacción de su orgullo, de sus instintos brutales, de su ambición, mientras
que sólo la pueden encontrar en el amor y la sumisión debida al Creador.
El Espiritismo viene, pues, a decir a los
hombres: Salid de estos caminos oscuros, llenos de precipicios, rodeados de
espinos y zarzas, y entrad en la senda que conduce a la felicidad que soñáis.
Sé sabio para ser feliz; comprendan, amigos míos, que los bienes de la tierra
son, para los hombres, sólo emboscadas de las cuales deben protegerse; estos
son los escollos que deben evitar; por eso el Señor ha permitido que finalmente
se os permita ver la luz de este faro que os ha de conducir al puerto. Las
penas y dolores que soportáis con impaciencia y rebeldía son el hierro candente
que el cirujano aplica sobre la herida abierta, para evitar que la gangrena
destruya todo el cuerpo. Vuestro cuerpo, amigos míos, ¿qué es eso para un Espírita?
¿Qué debe guardar? ¿Qué debe preservar del contagio? ¿Qué debe sanar por todos
los medios posibles, sino la herida que carcome su Espíritu, la enfermedad que
le estorba y le impide elevarse radiante hacia su Creador?
Vuelvan siempre los ojos a este pensamiento
filosófico, es decir, lleno de sabiduría: Somos una esencia creada pura pero
caída; pertenecemos a una patria donde todo es pureza; culpables, fuimos
desterrados por un tiempo, pero solo por un tiempo; empleemos, pues, todas
nuestras fuerzas, todas nuestras energías para disminuir este tiempo de exilio;
esforcémonos, por todos los medios que el Señor ha puesto a nuestro alcance, en
reconquistar esta patria perdida y acortar el tiempo de ausencia. (Véase el
número de enero de 1862: Doctrina de los ángeles caídos.)
Entiende que tu destino futuro está en tus
manos; que de vosotros depende enteramente la duración de vuestras pruebas; que
el mártir siempre tiene derecho a una palma, y que no se trata de ser mártir
de ir, como los primeros cristianos, a servir de alimento a los animales
feroces. Sed mártires de vosotros mismos; rompe, aplasta en ti todos los
instintos carnales que se rebelan contra el Espíritu; estudie cuidadosamente
sus inclinaciones, sus gustos, sus ideas; guardaos de todos aquellos a quienes
vuestra conciencia condena. Tan bajo que te habla, porque muchas veces ha sido
repelido, tan bajo que te habla, esta voz de tu protector te dirá que evites lo
que te puede hacer daño. Desde tiempo inmemorial os ha hablado la voz de
vuestro ángel de la guarda, pero ¡cuántos han sido sordos! Hoy, amigos míos, el
Espiritismo viene a explicaros la causa de esta voz íntima; viene a deciros
positivamente, a mostraros, a haceros tocar con el dedo lo que podéis esperar
si le escucháis obedientemente; lo que tienes que temer si lo rechazas.
Esto, amigos míos, para el hombre en general,
es el lado filosófico: es enseñaros a salvaros, no busquéis allí, hijos míos,
como hacen los ignorantes, distracciones materiales, satisfacciones de la
curiosidad. No vayáis, bajo el menor pretexto, a invocaros Espíritus de los que
no tenéis necesidad; contentaos con confiar siempre en el cuidado y amor de
vuestros guías espirituales; nunca los extrañarás. Cuando, unidos por un fin
común: la mejora de vuestra humanidad, eleváis vuestros corazones al Señor, ya
sea para pedir sus bendiciones y la asistencia de los buenos Espíritus a los
que ha confiado. Examinad bien a vuestro alrededor si no hay falsos hermanos,
curiosos, incrédulos. Si los hay, pídeles, suavemente, con caridad, que se
retiren. Si se resisten, contentaos con orar fervientemente al Señor para que
les ilumine, y en otro momento no los admitáis en vuestro trabajo. Reciban
entre ustedes sólo hombres sencillos que quieran buscar la verdad y el
progreso. Cuando estés seguro de los hermanos que están reunidos en la
presencia del Señor, llama a tus guías y pídeles instrucciones; siempre os
darán algo proporcionado a vuestras necesidades, a vuestra inteligencia; pero
no trates de satisfacer la curiosidad de la mayoría de los que piden evocaciones.
Casi siempre se van menos convencidos y más dispuestos a burlarse.
Quien quiera evocar a sus padres, a sus
amigos, no lo haga nunca sino con fines de utilidad y de caridad; es una acción
seria, muy seria llamar a uno mismo a los Espíritus que vagan a vuestro
alrededor. Si no traes la fe y el recogimiento necesarios, ¡los Espíritus
malignos aparecerán en el lugar de los que esperas, te engañarán, te harán caer
en profundos errores y, a veces, te conducirán a terribles caídas!
No olvidéis entonces, amigos míos, que el
Espiritismo desde el punto de vista religioso es sólo la confirmación del
cristianismo, porque el cristianismo cabe enteramente en estas palabras: Amar
al Señor sobre todas las cosas, y al prójimo como a vosotros mismos.
Desde un punto de vista filosófico, es la
recta y sabia línea de conducta la que debe conduciros a la felicidad a la que
todos aspiráis, y esta línea os está trazada a partir de un punto seguro y
demostrado: la inmortalidad del alma, para llegar a otro punto que nadie puede
negar: ¡Dios!
Eso, mis amigos, es lo que tengo que decirles
hoy. Nos vemos pronto siguiendo nuestras charlas íntimas.
Bernardino.
Observación. Esta comunicación forma parte de
una serie de dictados, bajo el título: O Espiritismo para todos, todos
estampados con el mismo sello de profundidad y sencillez paternal. Como no
todos pueden publicarse en la Revista, formarán parte de las colecciones
especiales que estamos preparando. Lo mismo ocurre con los que nos envían otros
médiums de Burdeos y otras ciudades. Pero por mucho que estas publicaciones
sean útiles si se hacen con orden y método, podrían producir el efecto
contrario si se hicieran sin discernimiento y sin elección. Es una excelente
comunicación para la intimidad, que estaría fuera de lugar si se hiciera
pública. Hay algunos que, para ser entendidos y no dar lugar a falsas
interpretaciones, necesitan comentarios y desarrollos. En las comunicaciones,
muchas veces es necesario tener en cuenta la opinión personal del Espíritu que
habla y que, si no es muy avanzado, puede formarse ideas sobre los hombres y
las cosas, sistemas que no siempre son correctos. Estas falsas ideas publicadas
sin correcciones, sólo pueden desacreditar al Espiritismo, proporcionar armas a
sus enemigos y sembrar la duda y la incertidumbre entre los novicios. Con
comentarios y explicaciones dadas apropiadamente, el mal mismo a veces puede
volverse instructivo; sin eso se podría responsabilizar a la doctrina de todas
las utopías vociferadas por ciertos Espíritus más orgullosos que lógicos. Si el
Espiritismo pudiera retardar su marcha, no sería por los ataques abiertos de
sus enemigos declarados, sino por el celo temerario de amigos imprudentes. No
se trata, pues, de hacer colecciones indigeribles donde todo se amontona
desordenadamente y cuyo menor inconveniente sería aburrir al lector; es
necesario evitar con cuidado todo lo que pueda falsear la opinión sobre el
Espiritismo; sin embargo, todo esto requiere un trabajo que justifica el
retraso que se trae a estas publicaciones.