Nuevos médiums americanos en París
En lo tocante a las manifestaciones físicas, los médiums americanos aventajan ciertamente, en número y en fuerza, a los del viejo continente. En este aspecto, la reputación de los mismos se encuentra tan bien establecida –sobre todo después del Sr. Home– que por sí solos parecen que prometen prodigios. El Sr. Squire era designado por mucha gente como un médium americano, un charlatán que hace algunos años recorría ciudades y ferias para hacer presentaciones, anunciándose como médium americano, aunque fuese absolutamente francés. He aquí que llegan dos nuevos, que de médiums sólo tienen el nombre, y de los cuales no habríamos hablado, porque su arte es ajeno a nuestro objeto de estudio, si su llegada –anunciada con estruendo– no hubiese causado una cierta sensación por la naturaleza de sus pretensiones. Para la instrucción de nuestros lectores y para que no seamos acusados de parcialidad, transcribimos textualmente su prospecto, del cual París acaba de ser inundado.
«Diversiones en los salones parisienses. –¡¡¡Novedades y nada más que novedades!!! –Sesiones para las familias y reuniones privadas dadas por los médiums americanos, Sr. C. Eddwards Girroodd, de Kingston (Lago Ontario), Alto Canadá, y Sra. Julia de Girroodd, apodada La Graciosa Sensitiva por la prensa inglesa y americana.
«Un álbum con más de 200 páginas –del cual cada hoja es una carta de felicitaciones, firmada por los más grandes nombres de Francia, ya sea de la nobleza, de la magistratura, del ejército, de la literatura, así como por 16 arzobispos y obispos de Francia, y por un gran número de eclesiásticos de alta distinción–, se encuentra a disposición de las personas que, queriendo hacer una sesión, desearían anticipadamente asegurarse del buen gusto, de la riqueza y de la novedad de sus experiencias.
«El Sr. Girroodd y la Sra. de Girroodd –los únicos en Francia que realizan esas experiencias– han pasado apenas tres meses en París y ya hicieron cuarenta y dos sesiones en los principales Salones de la Capital, en Las Tullerías, el 12 de mayo de 1861, así como en la residencia de varios miembros de la Familia Imperial.
«Han puesto inmediatamente sus experiencias muy por encima de todo lo que se vio hasta este día como Recreación de Sesiones.
«Su prestidigitación, contrariamente a la costumbre de los Sres. físicos, no exige los menores preparativos ni arreglos particulares, y los artistas operan fácilmente en medio de un círculo de espectadores atentos, sin temer un solo minuto para ver destruir la ilusión.
«Las mágicas no son sino una parte muy pequeña de sus variados talentos. El Mundo de los Espíritus obedece a sus voces: Visiones – Éxtasis – Fascinación – Magnetismo – Electrobiología – Espíritus golpeadores – Espiritualismo, etc., etc., todo lo que la Ciencia y el charlatanismo han inventado, que asombra a los crédulos de nuestros días, hasta que les da una fe robusta en todo lo que no es más que un hábil malabarismo, donde uno es cómplice sin saberlo. En una palabra, el Sr. y la Sra. de Girroodd, después de haberse mostrado como hechiceros –pero hechiceros de élite–, sabios como Merlín, el Encantador, demostrarán los secretos de su Ciencia si fuera necesario.
«La fe cristiana sólo tiende a ganar al ver claramente que todo lo que ella no ha enseñado no es sino un brillante charlatanismo.
«Para las pequeñas reuniones o sesiones para niños, el Sr. Girroodd contrató, para todo el invierno, a uno de los físicos más hábiles de la Capital y a un ventrílocuo apodado El hombre de las muñecas parlantes, los cuales darán sesiones a precios reducidos.»
Como se ve, este Sr. y esta Sra. tienen la pretensión –nada más ni nada menos– de matar al Espiritismo, y se hacen pasar por defensores de la fe cristiana, sin duda muy sorprendida por encontrar en la prestidigitación un ayudante; esto, sin embargo, puede aumentar una cierta clientela.
Ellos se dicen médiums y no tienen el cuidado de omitir el título de americanos, pasaporte indispensable, como los nombres en letra i para los músicos, y eso para demostrar que los médiums no existen, ya que pueden reproducir –según ellos– todo lo que hacen los médiums, con la ayuda de la destreza, de la mecánica y de los medios que le son peculiares. Esto prueba una cosa: que todo puede ser imitado. La ilusión es una cuestión de habilidad. Mas, porque una cosa pueda ser imitada, ¿se deduce que ella no existe? La prestidigitación imitó a la lucidez sonambúlica hasta el punto de engañar; ¿de esto se debe sacar en conclusión que no hay sonámbulos? Se han hecho copias de Rafael que fueron tomadas como originales; ¿esto significa que Rafael no existió? El Sr. Robert Houdin transforma el agua en vino y hace salir de un sombrero (no preparado) a miles de objetos, que pueden llenar una caja grande; ¿esto depone contra los milagros de las bodas de Caná y contra la multiplicación de los panes? Entretanto, él hace aún más que transformar el agua en vino, puesto que, de una sola botella, hace salir media docena de licores diferentes y deliciosos.
Todas las manifestaciones físicas se prestan maravillosamente a la imitación, y también son éstas que los charlatanes explotan; ellos exceden en mucho a los Espíritus, sobre todo en lo tocante a los aportes, pues que los producen a voluntad y en el momento correcto, lo que ni los Espíritus ni los mejores médiums son capaces de conseguir. Por lo demás, es preciso hacer justicia a ese Sr. y a su Sra., porque de modo alguno han intentado engañar al público: ellos no pretenden ser lo que no son y se presentan francamente como imitadores sagaces, y en esto son más respetables que los que falsamente se hacen pasar por médiums; inclusive, lo son mucho más que los verdaderos médiums que, para producir más efectos y superar a sus competidores, agregan subterfugios a la realidad. Es cierto que algunas veces la franqueza es una buena política; está muy desgastado presentarse como vulgares prestidigitadores; pero querer probar a través del escamoteo que los médiums son escamoteadores, es un atractivo de novedad que los curiosos pagarán con creces.
Como ya hemos dicho, su destreza no depone contra la realidad de los fenómenos; lejos de perjudicarlos, tendrá una gran utilidad. Ante todo es una trompeta más que llamará la atención sobre el Espiritismo y hará pensar a las personas que nunca habían oído hablar de Él; como en todas las críticas, querrán ver los pros y los contra. Ahora bien, el resultado de la comparación no deja dudas. Una utilidad todavía mayor es la de precaverse contra la posibilidad del fraude y de los subterfugios de los falsos médiums; al probar la posibilidad de la imitación, se exponen a una muy mala pasada y a arruinar su crédito. Si su destreza pudiese dañar algo, sería a la confianza que se les da –quizá un poco con liviandad– y a los prodigios que ciertos médiums obtienen tan fácilmente del otro lado del Atlántico, porque no está dicho que el Sr. y la Sra. de Girroodd tengan el privilegio de sus secretos. Si un día se presentara la ocasión de asistir a una de sus sesiones, tendremos el placer de relatarla para la instrucción de nuestros lectores.
Cuando decimos que todo puede ser imitado, debemos exceptuar, sin embargo, las condiciones verdaderamente normales en las que pueden producirse las manifestaciones espíritas, de donde se puede decir que todo fenómeno que se aparta de esas condiciones debe ser considerado sospechoso. Ahora bien, para juzgar sanamente una cosa es necesario haberla estudiado. Las propias manifestaciones inteligentes no están a salvo de la prestidigitación; hay algunas que, por su naturaleza y por las circunstancias en que son obtenidas, desafían a la más consumada habilidad de imitación, como, por ejemplo, la evocación de personas muertas, revelando con propiedad particularidades de su existencia, desconocidas del médium y de los asistentes y, mejor aún, esas disertaciones de varias páginas, escritas de un solo trazo, sin tachaduras, con rapidez, elocuencia, corrección, profundidad, ciencia y sublimidad de pensamientos, sobre temas dados, fuera del conocimiento y de la capacidad del médium, y que éste ni mismo comprende. Para ejecutar tales proezas sería necesario un genio universal; ahora bien, los genios universales son raros y, además, no dan espectáculos. Entretanto, es lo que se ve todos los días, no por un individuo privilegiado, sino por millares de individuos de todas las edades, sexos, condiciones sociales y grados de instrucción, cuya honorabilidad y desinterés absoluto son la mejor garantía de sinceridad, porque el charlatanismo no da nada gratuitamente. Si el Sr. y la Sra. de Girroodd quisiesen aceptar un debate, sería en este terreno que nosotros los llamaríamos, dejándoles de buen grado el de las manifestaciones físicas.
Nota – Una persona que dice estar bien informada nos asegura que Eddwards Girrodd debe traducirse como Édouard Girod, y Kingston, Lago Ontario, Alto Canadá, como Saint-Flour, Cantal.