Un
remedio dado por los Espíritus
Este título hará sonreír al incrédulo; ¡Que
importa! se reían de muchas otras cosas, lo que no impidió que estas cosas
fueran reconocidas como verdades. Los buenos Espíritus se interesan por los
sufrimientos de la humanidad; con razón buscan aliviarlos, y en muchas
ocasiones han probado que pueden, cuando son lo suficientemente elevados para
tener el conocimiento necesario, porque ven lo que los ojos del cuerpo no
pueden ver; ellos prevén lo que el hombre no puede prever.
El remedio en cuestión aquí, fue dado en las
siguientes circunstancias a la señorita Hermance Dufaux
[1], quien
nos dio la fórmula con autorización para publicarla en beneficio de quienes la
necesiten. Un pariente suyo, muerto hacía mucho tiempo, había traído de América
la receta de un ungüento, o mejor aún, un ungüento de maravillosa eficacia para
toda clase de llagas o heridas. A su muerte se perdió esta receta; no lo había
comunicado. Señorita Dufaux estaba afectada por un dolor de pierna muy grave y
muy antiguo, que había resistido todo tratamiento; cansada de haber usado en
vano tantos remedios, preguntó un día a su Espíritu protector si no había cura
posible para ella. "Sí, respondió; usa el ungüento de tu tío. - Pero sabes
muy bien que la receta está perdida. Te la daré, dijo el Espíritu”; luego dictó
lo siguiente:
Azafrán
20 centigramos.
Comino
4 gramos.
Cera
amarilla 31 a 32 gramos.
Aceite
de almendras dulces una cucharada llena.
Derretir la cera y luego agregar el aceite de
almendras dulces; añadir el comino y el azafrán encerrados en una bolsita de
tela, y dejar hervir a fuego lento durante diez minutos. Para su uso, esta
pomada se extiende sobre un trozo de tela y se aplica sobre la parte enferma,
renovándola cada día.
Señorita Dufaux habiendo seguido esta
prescripción, su pierna se curó en poco tiempo, la piel se reformó, y desde
entonces está muy bien y no ha ocurrido ningún accidente.
Su
lavandera también se curó felizmente de una enfermedad similar.
Un
obrero se había herido con un fragmento de una guadaña que había entrado
profundamente en la herida y había producido hinchazón y supuración. Estábamos
hablando de hacer la amputación. Por el uso de este ungüento desapareció la
hinchazón, cesó la supuración y salió la pieza de hierro de la herida. En ocho
días este hombre se puso de pie y pudo reanudar su trabajo.
Aplicado en uñas, abscesos, paroniquias,
resulta en poco tiempo y cicatriza inmediatamente. Actúa atrayendo los
principios morbosos de la herida que purifica, y provocando, si es necesario,
la salida de cuerpos extraños, como astillas de hueso, madera, etc.
Parecería que también es muy efectivo para
las costras y en general para todas las afecciones de la piel.
Su
composición, como vemos, es muy sencilla, fácil, y en todo caso muy inofensiva;
por lo tanto, siempre puede intentarlo sin miedo.
[1] Médium que escribió la historia
de Juana de Arco.