Dictado espontáneo
(Sociedad Espírita de París, 8 de noviembre de 1861; médium: Sra. de Costel)
Estoy aquí, ya que me ibais a evocar, y quiero manifestarme primeramente a esta médium, que hasta ahora hube solicitado en vano.
Deseo, ante todo, contaros mis impresiones en el momento de la separación de mi alma: sentí un estremecimiento inaudito; de repente recordé mi nacimiento, mi juventud, mi edad madura; toda mi vida se presentó nítidamente en mi memoria. Solamente experimentaba un deseo piadoso de encontrarme en las regiones reveladas por nuestra amada creencia; después, toda esa agitación se apaciguó. Yo estaba libre y el cuerpo yacía inerte. ¡Ah, mis queridos amigos, qué alegría es despojarse del peso del cuerpo! ¡Qué placer es poder abarcar el espacio! Sin embargo, no creáis que de repente me haya convertido en un elegido del Señor; no. Estoy entre los Espíritus que, habiendo aprendido un poco, deben aún aprender mucho más. No demoré en acordarme de vosotros, mis hermanos en el exilio, y os aseguro –con toda mi simpatía– que os envuelvo en mis mejores votos. Luego tuve el poder de comunicarme, y lo habría hecho con esta médium, que teme ser engañada; pero que ella se tranquilice, pues nosotros la amamos.
¿Queréis saber qué Espíritus me han recibido? ¿Cuáles han sido mis impresiones? Amigos míos: han sido todos aquellos que
evocamos, todos los hermanos que han compartido nuestros trabajos. He visto el esplendor, pero no puedo describirlo. Me he dedicado a discernir lo que era verdadero en las comunicaciones, dispuesto a rectificar todas las afirmaciones erróneas; en fin, dispuesto a ser el paladín de la verdad en el Otro Mundo, así como lo he sido en el vuestro. Por consiguiente, hablaremos mucho y esto no es más que un preámbulo para mostrar a la estimada médium mi deseo de ser evocado por ella, y a vos mi buena voluntad para responder a las preguntas que me habréis de dirigir.
JOBARD