Control de la enseñanza espírita
La organización que hemos propuesto para la formación de Grupos Espíritas tiene como objetivo preparar los caminos que deben facilitar las relaciones mutuas entre sí. Entre las ventajas que deben resultar de esas relaciones, es necesario poner en primera línea la unidad de doctrina, que será su consecuencia natural. Esta unidad ya está realizada en gran parte, siendo que las bases fundamentales del Espiritismo se encuentran hoy admitidas por la inmensa mayoría de los adeptos. Pero aún hay cuestiones dudosas, ya sea porque no hayan sido resueltas o porque lo fueron en sentidos diferentes por los hombres, e incluso por los Espíritus.
Si los sistemas son algunas veces el producto de cerebros humanos, se sabe que ciertos Espíritus no se quedan atrás, al respecto; en efecto, se ve que trazan ideas frecuentemente absurdas con una maravillosa destreza, encadenándolas con mucho arte y haciendo de las mismas un conjunto más ingenioso que sólido, pero que podría falsear la opinión de personas que no se dan el trabajo de profundizarlas o que son incapaces de hacerlo por insuficiencia de sus conocimientos. Sin duda, las ideas falsas terminan cayendo delante de la experiencia y de la lógica inflexible; pero antes de eso pueden lanzar la incertidumbre. También se sabe que, según su elevación, los Espíritus pueden tener una manera de ver más o menos justa sobre ciertos puntos; que las firmas de sus comunicaciones ni siempre son una garantía de autenticidad, y que a veces los Espíritus orgullosos buscan introducir utopías al abrigo de los nombres respetables que ostentan. Indiscutiblemente, esta es una de las principales dificultades de la ciencia práctica, y contra la cual muchos se chocaron.
En caso de divergencia, el mejor criterio es la concordancia de la enseñanza dada por diferentes Espíritus y transmitida por médiums completamente extraños entre sí. Cuando el mismo principio sea proclamado o condenado por la mayoría, es necesario rendirse ante la evidencia. Si hay un medio para llegar a la verdad, éste es seguramente el de la concordancia, tanto como el de la racionalidad de las comunicaciones, ayudadas por medios que disponemos para constatar la superioridad o la inferioridad de los Espíritus; al dejar de ser individual para volverse colectiva, la opinión adquiere un grado mayor de autenticidad, ya que no puede ser considerada como resultado de una influencia personal o local. Los que aún están inseguros, tendrán una base para establecer sus ideas, porque sería irracional pensar que aquel que en su punto de vista está solo, o casi solo, tenga razón contra todos.
Lo que sobre todo ha contribuido al crédito de la doctrina de El Libro de los Espíritus es precisamente que, siendo el producto de un trabajo semejante, encuentra eco en todas partes; como ya lo hemos dicho, no es el resultado de la enseñanza de un único Espíritu, que podría ser sistemático, ni de un único médium, que podría ser engañado; al contrario, es una enseñanza colectiva, dada por una gran diversidad de Espíritus y de médiums, siendo que los principios que contiene son confirmados en casi todas partes. Decimos en casi todas partes, teniendo en cuenta que –por las razones que hemos explicado antes– hay Espíritus que intentan prevalecer sus ideas personales. Por lo tanto, es útil someter las ideas divergentes al control que proponemos; si la doctrina o si algunos puntos doctrinarios que profesamos fueren reconocidos unánimemente como erróneos, nos someteríamos sin murmurar, sintiéndonos felices de que otros hayan encontrado la verdad; pero si, al contrario, son confirmados, nos permitimos creer que estamos con la verdad.
La Sociedad Espírita de París, al comprender toda la importancia de semejante trabajo, y habiéndolo aplicado primeramente a sí misma para su instrucción, probando después que de manera alguna pretende ser el árbitro absoluto de las doctrinas que profesa, someterá a los diferentes Grupos que se corresponden con Ella las cuestiones que crea más útiles para la propagación de la verdad. Estas cuestiones serán remitidas, según las circunstancias, ya sea por correspondencia particular o por intermedio de la Revista Espírita.
Se concibe que para Ella, y en razón del modo serio con el cual encara el Espiritismo, la autoridad de las comunicaciones depende de las condiciones en que se realizan las reuniones, del carácter de los miembros y del objetivo que se proponen con las mismas; las comunicaciones, al emanar de Grupos formados sobre las bases indicadas en nuestro artículo acerca de la organización del Espiritismo, tendrán tanto más peso a sus ojos cuanto mejores fueren las condiciones de esos Grupos.
Sometemos a nuestros corresponsales las siguientes cuestiones, a la espera de aquellas que les enviaremos ulteriormente.