La
venganza. (Sociedad Espírita de París. - Med., Sr. de B… M…)
La venganza es dulce al corazón, dijo el
poeta. ¡Vaya! pobres ciegos que dan rienda suelta a la más espantosa de las
pasiones, ustedes piensan que están lastimando a su prójimo cuando le dan sus
golpes, y no sienten que se están volviendo contra ustedes. No es sólo un
crimen, sino una torpeza absurda; ella es, con sus hermanas, el rencor, el
odio, los celos, hijas de la soberbia, el medio que usan los Espíritus de las
tinieblas para atraer hacia sí a los que temen ver escapar de ellos; es el
instrumento de perdición más infalible que pueden poner en manos de los hombres
los enemigos que persisten en su decadencia moral. Resistid, hijos de la
tierra, a esta pulsión culpable, y estad seguros de que, si alguien ha merecido
vuestro enfado, no será en el estallido de vuestro rencor donde encontraréis la
calma de vuestra conciencia. Poned en manos del Todopoderoso el cuidado de
pronunciarse sobre vuestros derechos y sobre la justicia de vuestra causa. Hay
algo impío y degradante para el Espíritu en la venganza.
No, la venganza no es compatible con la
perfección; mientras un alma conserva el sentimiento de ello, permanece en las
profundidades inferiores del mundo de los Espíritus. Pero el tuyo no será más
que los otros el juguete eterno de esta desdichada pasión; y os puedo asegurar
que la abolición de la falsa noción del infierno eterno, o más bien de la
condenación eterna, que ha sido como pretexto, o al menos como excusa íntima de
los actos de venganza, será el alba de una nueva era de tolerancia y clemencia
que no tardará en extenderse a regiones desprovistas de vida moral. ¿Podía el
hombre condenar la venganza, cuando Dios se le presentaba como un Dios celoso,
vengándose a sí mismo con torturas interminables? ¡Cesad, pues, oh hombres! de
insultar a la Divinidad atribuyéndole vuestras más innobles pasiones. Entonces
seréis, habitantes de la tierra, pueblo bendito de Dios. Asegúrense, ustedes
que me escuchan, de que, habiendo liberado su alma de este motivo culpable y
vergonzoso de los actos más contrarios a la caridad, merecen ser admitidos en
el sagrado recinto cuyas puertas sólo la caridad puede abrir.
Pierre Ange, Espíritu Protector.