Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1862

Allan Kardec

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La viña del Señor
(Sociedad Espírita de París; médium: Sr. E. Vézy)

Todos, en fin, vendrán a trabajar en la viña. Ya los veo; llegan en gran número: he aquí que comparecen. ¡Vamos, hijos! Manos a la obra; Dios quiere que todos trabajéis en su viña.

Sembrad, sembrad, y un día cosecharéis con abundancia. Ved al bello Sol en el oriente: ¡cómo despunta radiante y resplandeciente! Viene a daros calor y a hacer crecer los racimos de la vid. ¡Vamos, hijos! Las vendimias serán espléndidas y cada uno de vosotros vendrá a beber la copa del vino sagrado de la regeneración. ¡Es el vino del Señor que será servido en el banquete de la fraternidad universal! Allí todas las naciones serán reunidas en una sola y misma familia, y cantarán alabanzas a un mismo Dios. Por lo tanto, utilizad la reja del arado y la azada, vosotros que queréis vivir eternamente; unid las cepas, a fin de que no se caigan y para que se mantengan rectas, y las copas de los árboles subirán al cielo. Algunos alcanzarán la medida de cien codos, y los Espíritus de los mundos etéreos vendrán a exprimir el zumo de las cepas y a refrescarse; el jugo será tan poderoso que dará fuerza y coraje a los frágiles. Será la leche que ha de nutrir a los pequeños.

He aquí la vendimia que se va a realizar; ella ya se realiza. Se preparan los recipientes que deben contener el licor sagrado; acercad vuestros labios, vosotros que queréis probar, porque ese licor os arrebatará a un éxtasis celestial, y veréis a Dios en vuestros sueños, mientras esperáis que la realidad suceda al sueño.

¡Hijos! Esta espléndida viña que debe elevarse a Dios es el Espiritismo. Adeptos fervorosos: es necesario que ella avance pujante y fuerte, ¡y es preciso que vosotros –pequeños–, ayudéis a los fuertes a defenderla y a propagarla! Cortad los brotes y plantadlos en otro campo; ellos producirán nuevas viñas y otros brotes en todos los países del mundo.

Sí, os lo digo: finalmente todo el mundo beberá el jugo de la vid, ¡y lo beberéis en el reino del Cristo, con el Padre celestial! Por lo tanto, sed vigorosos y dispuestos, y no tengáis una vida austera. Dios no os pide que viváis con austeridades y privaciones; de ninguna manera pide que cubráis vuestro cuerpo con cilicios: Él solamente quiere que viváis según la caridad y conforme el corazón. No quiere mortificaciones que destruyan el cuerpo; Él quiere que cada uno se abrigue bajo su sol y, si ha hecho unos rayos más fríos que otros, es para dar a entender a todos lo fuerte y poderoso que Él es. No, no os cubráis con cilicio; no dañéis vuestras carnes con los golpes del azote; para trabajar en la viña es necesario ser robusto y fuerte. El hombre debe tener el vigor que Dios le ha dado. Él no ha creado a la humanidad para hacer de ella una raza bastarda y débil; Él la creó como manifestación de su gloria y de su poder.

Vosotros, que queréis vivir la verdadera vida: estaréis en el camino del Señor cuando hayáis dado el pan a los infortunados, el óbolo a los que sufren y vuestra oración a Dios. Entonces, cuando la muerte os cierre los párpados, el ángel del Señor hablará en voz alta sobre vuestros beneficios, y vuestra alma –llevada en las alas blancas de la caridad– ascenderá a Dios tan bella y tan pura como un lirio hermoso que florece por la mañana bajo el sol de primavera.

Hermanos míos: orad, amad y haced la caridad; la viña es grande y el campo del Señor es vasto. Venid, venid: Dios y el Cristo os llaman, y yo os bendigo.

SAN AGUSTÍN